Justo hoy se cumple una semana del referendum griego. Un plebiscito cuyo resultado, un No rotundo a los planteamientos de la UE ante un nuevo rescate de Grecia, fue saludado por muchos europeos como una nueva victoria de David contra Goliat.
Después de una semana la conclusión es que no era la Biblia el libro metafóricamente inspirador de la situación, sino otro obra literaria de magna importancia: la Iliada, y más concretamente el episodio del caballo de Troya.
Porque, finalmente, este referendum ha resultado ser como ese caballo de madera que los troyanos, pertrechados tras la muralla y resistiendo el acoso de los ejércitos griegos, aceptaron como obsequio sin saber que en sus tripas se escondía su perdición. Al contrario de lo que muchos pensaban Tsipras no es Leónidas, heróico general espartano que hizo frente a los persas solo con trescientos hombres en el paso de las Termópilas; el presidente griego ha resultado ser Ulises, y el caballo de Troya una consulta electoral absolutamente inútil.
Sé que en este momento, queridos lectores, muchos de vosotros, personas decentes y honradas, que pelean el día a día por seguir avanzando a pesar de todo, pensaréis que este fracaso es culpa de la troika, de las instituciones europeas que acogotan hasta no dejar casi hueco para un hálito de aire. Estoy de acuerdo. Pero eso Tsipras ya lo sabía antes de convocar el referendum y de poner ante el pueblo griego la ilusión de un regalo que estaba envenenado.
Prácticamente ninguna de las pretensiones que formaban parte de la base programática se cumple: no hay compromisos de quita de la deuda; sigue la odiada troika; habrá revisiones de su cumplimiento; se mantienen casi todas las privatizaciones; se pone en marcha la reforma el sistema de jubilaciones (que Atenas reconoce como “insostenible”) y la modernización del IVA. Lo único que se mantiene, incomprensiblemente, es la resistencia a reducir el gasto militar. Añadamos a esto "el corralito" y el panorama desolador está completo.
La triste realidad es que esta crisis necesita de que ambas partes demuestren una altura política que, me temo, no tienen. Unos por defender unas políticas de austeridad cuyo único resultado ha sido el sacrificio y la penuria; otros por pensar que un No mandatado era escudo suficiente.
Tras la derrota de Troya, Ulises vagó perdido durante años hasta encontrar el camino de vuelta. Esperemos que Alexis Tsipras no se pierda también. Por su bien y por el del pueblo griego que , al fin y al cabo, también es el nuestro.
Sed felices.
Después de una semana la conclusión es que no era la Biblia el libro metafóricamente inspirador de la situación, sino otro obra literaria de magna importancia: la Iliada, y más concretamente el episodio del caballo de Troya.
Porque, finalmente, este referendum ha resultado ser como ese caballo de madera que los troyanos, pertrechados tras la muralla y resistiendo el acoso de los ejércitos griegos, aceptaron como obsequio sin saber que en sus tripas se escondía su perdición. Al contrario de lo que muchos pensaban Tsipras no es Leónidas, heróico general espartano que hizo frente a los persas solo con trescientos hombres en el paso de las Termópilas; el presidente griego ha resultado ser Ulises, y el caballo de Troya una consulta electoral absolutamente inútil.
Sé que en este momento, queridos lectores, muchos de vosotros, personas decentes y honradas, que pelean el día a día por seguir avanzando a pesar de todo, pensaréis que este fracaso es culpa de la troika, de las instituciones europeas que acogotan hasta no dejar casi hueco para un hálito de aire. Estoy de acuerdo. Pero eso Tsipras ya lo sabía antes de convocar el referendum y de poner ante el pueblo griego la ilusión de un regalo que estaba envenenado.
Prácticamente ninguna de las pretensiones que formaban parte de la base programática se cumple: no hay compromisos de quita de la deuda; sigue la odiada troika; habrá revisiones de su cumplimiento; se mantienen casi todas las privatizaciones; se pone en marcha la reforma el sistema de jubilaciones (que Atenas reconoce como “insostenible”) y la modernización del IVA. Lo único que se mantiene, incomprensiblemente, es la resistencia a reducir el gasto militar. Añadamos a esto "el corralito" y el panorama desolador está completo.
La triste realidad es que esta crisis necesita de que ambas partes demuestren una altura política que, me temo, no tienen. Unos por defender unas políticas de austeridad cuyo único resultado ha sido el sacrificio y la penuria; otros por pensar que un No mandatado era escudo suficiente.
Tras la derrota de Troya, Ulises vagó perdido durante años hasta encontrar el camino de vuelta. Esperemos que Alexis Tsipras no se pierda también. Por su bien y por el del pueblo griego que , al fin y al cabo, también es el nuestro.
Sed felices.
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