domingo, 7 de diciembre de 2014

Escarmentar en cabeza ajena

Nada más inútil que los consejos y a pesar de ello los seguimos vendiendo.

Alguien muy sabio me dijo un día que nadie escarmentamos en cabeza ajena, y no hay nada más cierto.

Pero a más a más , que dirían mis amigos catalanes- sí, sí tengo muy buenos amigos catalanes-, es improbable que lo que nos ha servido para resolver un conflicto sea válido para otra persona. La razón es muy simple: cada uno es cada uno, ya lo dijo el filósofo, y su circunstancia.

Yo hace tiempo que  dejé de dar consejos. Sí doy opiniones sobre temas, sobre todo de aquellos de los que he vivido una experiencia. Contar cómo me sentí, que decisiones tomé y cómo resolví creo que es más últil que andar diciendo "yo, en tú lugar, haría esto".  Sobre todo cuando uno no se aplica el cuento.

Lo bueno de la madurez es que aprendes a relativizarlo todo. Sabes que nada es tan importante, excepto tres o cuatro cosas, como para que cale más allá de la primera capa. También asumes que para llegar a ese equilibrio has tenido que equivocarte muchas veces, caer y volverte a levantar.

Tomar decisiones, ya he tenido la ocasión de señalarlo, no es complicado: lo difícil es asumir las consecuencias.

En estos tiempos que corren es más sencillo preguntar qué hago ante un problema que reflexionar sobre cómo llegué hasta él y qué es lo que pienso qué tengo que hacer yo; luego pasar página y seguir caminando. Para encontrar respuestas primero hay que preguntar.

No consintamos que otros pregunten por nosotros porque entonces ellos contestarán y nos venderán esas soluciones ajenas como propias. Y vuelta a empezar...

"Consejos vendo, para mí no tengo"...

Sed felices.






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