Dicen que es mejor una retirada a tiempo que una derrota. No deja de ser cierto. Abandonando el campo de batalla antes del final evitamos la humillación de entregar la bandera pero...
A estas alturas de la película, cuando una ya lleva mucho recorrido , hay cuestiones que se han convertido en incuestionables , valga la redundancia, y una de ellas es llevar hasta las últimas consecuencias las decisiones tomadas. Eso no significa lanzarse en tromba cual kamikaze hacia un fracaso anunciado, sino saber que, en ocasiones, el camino más corto no es la línea recta.
Hay muy pocas cosas, muy pocas personas ya que me hagan cruzar la calle, pero las que son, son. Creo que como se destila un perfume poco a poco en mi vida va quedando lo auténtico, lo que de verdad merece la pena. Otras, como los libros que ya no leemos, han pasado a la segunda o tercera fila de mi vida, por su voluntad o por la mía, aunque el recuerdo de lo vivido siempre queda.
La vida no es más que una permanente construcción de un camino que recorrer en el que nos encontramos bifurcaciones que nos invitan a desviarnos o cambiar de rumbo, presentando en ocasiones el solaz panorama de quitarnos de problemas. Como una no es de piedra, no puedo por menos que confesar que me siento tentada en ocasiones en tirar la toalla y olvidarme de tantos quebrantos de cabeza. Y lo haría sino estuviera tan segura de que he de llevar mi compromiso hasta las últimas consecuencias.
Compromiso conmigo misma al aceptar ser y estar de una determinada manera y vivir fundamentada en unos valores que para mi son irrenunciables.
Sin lugar a dudas, a veces, la batalla se vuelve muy dura, pero entonces aprieto los dientes y pienso como en la célebre arenga de Brave Heart que podrán quitarme todo, pero no la libertad de ser yo misma...
Sed felices.
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