jueves, 5 de diciembre de 2013

La soledad del insomne

No hay peor soledad en compañía que la del insomne, cuando los que te rodean están realizando una tarea que tú añoras y que se te arrebata casi siempre por razones no deseadas: dormir.

Los relojes se convierten en ojos sin párpados que te miran y retienen los segundos, los minutos, para que el tiempo corra  lentamente.

La noche pasada una incómoda tos, resultado un picor de garganta de lo más atacante, me mantuvo desvelada más allá de lo razonable. A pesar de que durante un rato me entretuve con ciertas conversaciones, a través de internet, con  amigos que brujuleaban por esos lares, el cansancio me llevó, al final,  a cerrar el ordenador y meterme en la cama. Pero si quieres arroz. Los golpes de tos, que se sucedían rítmicamente, me obligaban a espabilarme cada vez que me sacudían, a veces sin casi tregua.  Mientras, mi cabeza iba de Hawai a Bombay, en esos recorrido míos mentales en los que me voy enmadejando como una mosca en una tela de araña.  Personas, escenas, palabras se me presentaban como fantasmas de Dickens para recordarme que quizá nunca debí confiar en alguien, o  llevar a cabo una tarea, o decir lo que dije y no lo debía de decir, rompiendo mi principio de mejor excusarse que arrepentirse.

Al final la habitación se ha llenado de imágenes, de sonidos  oscuros elaborados por mi mente que no han hecho otra cosa que hurtarme todavía más el descanso, mientras la soledad en tan triste compañía, como un edredón frío, me ha envuelto  en un sudario y con ella  he caído en un sopor de sueños imposibles hasta el amanecer.

2 comentarios:

  1. Qué entrañable y conocido me resulta tu relato que, aunque es muy molesto, siempre nos pasa cuando llegados a estas fechas nos empeñamos en resfriarnos. Besos

    ResponderEliminar
  2. Tu complicidad me consuela. Ya me siento menos sola. Un beso.

    ResponderEliminar