La vida está llena de obviedades, a pesar de que en estos tiempos que corren intentamos darles carta de sorprendentes.
Ya estamos en otoño, obviamente, porque es la estación que sigue al verano. Las hojas empezarán a caer de los árboles, obviamente. Y obviamente, de nuevo, en el panorama político aparece la figura de Puigdemont para intentar dinamitar la mesa de diálogo con Cataluña.
Porque, mis querido lectores, la maniobra de ex president, a la par que burda, se ve venir de lejos. Casualmente aparece cuando las partes intentan, como así necesita España, incluida Cataluña, una solución a un conflicto que lleva enquistado tiempo y tiempo, fundamentalmente por la incapacidad del gobierno de Mariano Rajoy de abordar una solución. Y ahora, cuando por fin parece que se empieza la vía del diálogo y no la de la confrontación pura y dura, aquel que huyó cobardemente por patas para no asumir responsabilidades, sigue siendo un palo en las ruedas para sus propios paisanos.
Puigdemont es el ejemplo del mal político, del peor politico, de aquel que antepone sus propios intereses a los de la mayoría, estén o no de acuerdo con él, forzando que no dialogando, intentando ven cer por las bravas, que no convencer. Pero me creo, que esta vez, ha pinchado en hueso.
Todos y todas estamos cansados de conflictos. Bastante ya hemos luchado contra este maldito virus y queremos empezar a construir y no a destruir. Como ha dicho Gabriel Rufían no hay alternativa a la mesa de diálogo.Cataluña necesita a España, España necesita a Cataluña. Esto también es una obviedad, como la de que en otoño se caen las hojas y Carles Puigdemont cada vez más me recuerda al Coyote, en un intento de atrapar al Correcaminos, para acabar cayendo en su propia trampa.
Hoy es domingo y mañana será lunes, obviamente. Y quienes creemos que merece la pena sentarse a solucionar los problemas seguiremos apostando por ello, porque pensamos, obviamente, que España, que Cataluña se lo merecen.
¡Feliz otoño!
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