Hace diez meses, cuando tuvimos que confinarnos por el estado de alarma primero (recordemos que nos encontramos en un segundo) hice como tantos ciudadanos y ciudadanas, confiar en que podríamos con esta pandemia si estabamos unidos. Hoy me enfrento a un segundo confinamiento perimetral (terminamos el de ZBS y empezamos mañana el de todo el municipio) y las cifras se han disparado. La pregunta es: ¿es el virus o somos nosotros?
Si de por sí la pandemia está haciendo daño en cuanto la salud, no es más cierto que lo está haciendo a nivel social, diviendo a una sociedad entre los que cumplen las normas y los que no lo hacen. Y no es porque esto sea nuevo. Siempre ha habido quienes se han puesto por montera todo aquello que hace de la convivencia una forma de tolerancia, eso que decimos de "tus derechos no pueden pisar mis libertades" y vicerversa. Y en este momento algo se nos ha movido del encuadre.
Tomemos por ejemplo la fiesta del teatro Barceló de Madrid celebrada el pasado jueves, de la que hay un video ((*) ver enlace al final del texto), confirmado por la propia empresa, donde se ve bailar a una panda de energúmenos/as, tomado copas, sin distancia y sin mascarilla. Vamos, que lo que viene siendo un delito contra la salud pública de todas, todas, importándoles una higa a estos imprensentables que la tasa de contagios en Madrid estuviera en 875 por cien mil, casi el triple que hace un mes. Visto lo visto, ayer volvieron a celebrar otra fiesta en el mismo sitio... ¡Alucinante! El 17 de enero, con Madrid cubierto por la nieve de Filomena, se detectaron 133 fiestas ilegales... Y esto es lo solo que se hace público por los medios.
Tal vez sea por deformación profesional, pero me duele que se diga que esto ha sido por salvar la Navidad. ¡Mentira! A nadie le obligan ni a organizar ni a asistir a fiestas clandestinas, ni a agruparse en un banco quince sin mascarillas a fumar porros, ni a juntarse veinte en un domicilio a celebrar un cumpleaños, y menos a ir cinco a hacer la compra cuando podría ir uno. Tampoco es de recibo que sigamos viendo el transporte público abarrotado, o zonas abandonadas a su suerte en donde no hay ni las más mínimas condiciones higiénicas, que la sanidad pública siga sin atenderse...
Por eso, me temo, que no es el virus, somos nosotros.
Mientras una parte de la ciudadanía no entienda que no se puede vivir persistentemente en este bucle de subidas y bajadas, que necesitamos la actividad económica segura, que mientras llega la vacuna la responsabilidad es la mejor inmunidad, no saldremos del agujero.
Por otra parte quien tiene las competencias que las ejerza, que no vaya delirando y haciendo unas políticas erráticas dando una de cal y otra de arena; y si no, ¡qué dimitan!.
Sed felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario