Hoy es de esos días en que el ingenio ha decidido tomarse, también, el domingo libre. De esos día en que por mucho que te estrujes el magín sabes que poco o nada interesante surgirá de él, a pesar de que debes cumplir con la cita, siempre agradable, de tus lectores.Puedes recurrir, eso es socorrido, a describir más que a escribir.
Hablaros del aire fresco que entra por la ventana que, por fín, ahuyentó los calores que hemos sufrido este verano, aunque, por otra parte, sea esta la estación adecuada para sufrirlos. Contaros que las hojas de algunos árboles ya se están vistiendo de amarillo, tal y como mandas los cánones de ese otoño que ya llama a la puerta. Deciros del silencio que todavía viste la calle en esta mañana de festivo en la que la pereza es consentida y el aroma del café impregna la escalera de vecinos.
Pero todo esto lo conocéis. Al fin y al cabo nuestra vida no es tan distinta entre unos y otros. Nos ganaremos el pan de diferente manera, o habremos decidido que nos gusta más un modelo de coche que otro, pero la esencia suele ser la misma y las emociones que nos conmueven también. Nada, por tanto, es nuevo en lo que os acabo de contar. Porque, seguro, que frente a vuestra ventana habrá algún árbol que se empieza a matizar de dorados ;porque, seguro, hoy habéis permitido que las sábanas se os peguen un poco y habréis percibido el aroma del café recién hecho.
Y, sin embargo, aún siendo tan hermanos en las emociones cuánto nos cuesta entendernos a veces. Aprendemos demasiado pronto a cubrirnos con una corteza que nos aisle y nos nos deje entrever aquello que nos hace semejante: ojos que no ven, corazón que no siente.
Tal vez nuestra salvación sea dejar que el corazón sienta ( no el músculo cardiaco,
sino el lugar en donde hacemos residir el amor), y nos ayude a conectar con otros corazones que, aunque opinen de diferente manera, se mueven por las mismos sentimientos..
En fin, siento que mi aportación hoy a esta entrada del blog, mis queridos lectores, no esté a vuestra altura intelectual, pero ya dije al principio que a mi ingenio también se le han debido pegar las sábanas y solo he sido capaz de hilar estas parcas palabras.
Sed felices.
Hablaros del aire fresco que entra por la ventana que, por fín, ahuyentó los calores que hemos sufrido este verano, aunque, por otra parte, sea esta la estación adecuada para sufrirlos. Contaros que las hojas de algunos árboles ya se están vistiendo de amarillo, tal y como mandas los cánones de ese otoño que ya llama a la puerta. Deciros del silencio que todavía viste la calle en esta mañana de festivo en la que la pereza es consentida y el aroma del café impregna la escalera de vecinos.
Pero todo esto lo conocéis. Al fin y al cabo nuestra vida no es tan distinta entre unos y otros. Nos ganaremos el pan de diferente manera, o habremos decidido que nos gusta más un modelo de coche que otro, pero la esencia suele ser la misma y las emociones que nos conmueven también. Nada, por tanto, es nuevo en lo que os acabo de contar. Porque, seguro, que frente a vuestra ventana habrá algún árbol que se empieza a matizar de dorados ;porque, seguro, hoy habéis permitido que las sábanas se os peguen un poco y habréis percibido el aroma del café recién hecho.
Y, sin embargo, aún siendo tan hermanos en las emociones cuánto nos cuesta entendernos a veces. Aprendemos demasiado pronto a cubrirnos con una corteza que nos aisle y nos nos deje entrever aquello que nos hace semejante: ojos que no ven, corazón que no siente.
Tal vez nuestra salvación sea dejar que el corazón sienta ( no el músculo cardiaco,
sino el lugar en donde hacemos residir el amor), y nos ayude a conectar con otros corazones que, aunque opinen de diferente manera, se mueven por las mismos sentimientos..
En fin, siento que mi aportación hoy a esta entrada del blog, mis queridos lectores, no esté a vuestra altura intelectual, pero ya dije al principio que a mi ingenio también se le han debido pegar las sábanas y solo he sido capaz de hilar estas parcas palabras.
Sed felices.
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