Existe una obra del insigne, no sé si la conocéis, Enrique Jardiel Poncela titulada El amor del gato y el perro, un diálogo entre dos personajes sobre la búsqueda de la felicidad a través del amor.
Lo que más llama la atención, a parte de ser un texto excelente con ese humor amargo y cínico de Jardiel, es la tesis de que los humanos concebimos el amor en base-como siempre habrá excepciones- de nuestra preferencia a la hora de elegir mascotas o identificándonos nosotros mismos con ellas.
Me explico: si nos gustan los gatos, tan independientes y a veces huraños, es que somos de dar mucho cariño, de volcarnos en la relación, aunque en ocasiones no nos sintamos justamente correspondidos. Por el contrario, si preferimos perros somos nosotros los que queremos ser receptores de ese amor, de esa fidelidad y de ese cariño desinteresado.
Por tanto, no es erróneo deducir que también nosotros, los humanos, amamos como gatos o como perros, es decir gustando más de dar o de recibir. Por tanto un amor gatuno buscará un amor perruno y viceversa.
Tengo que confesaros, mis queridos lectores, que yo me considero un poco gata, no solo por mis orígenes madrileños, sino porque me gusta dejarme querer, aunque a veces saque las uñas o de un bufido, o me empeñe en ser independiente... No tardo en volver roroneando pidiendo caricias.
En fin, esto, como casi todo, no deja de ser una mera especulación, de tantas,
que hay en el amor. Aunque seguro que ahora, tras leer estas líneas, más de uno se preguntará: y yo.. ¿Qué soy, perro o gato?
Sed felices,
Lo que más llama la atención, a parte de ser un texto excelente con ese humor amargo y cínico de Jardiel, es la tesis de que los humanos concebimos el amor en base-como siempre habrá excepciones- de nuestra preferencia a la hora de elegir mascotas o identificándonos nosotros mismos con ellas.
Me explico: si nos gustan los gatos, tan independientes y a veces huraños, es que somos de dar mucho cariño, de volcarnos en la relación, aunque en ocasiones no nos sintamos justamente correspondidos. Por el contrario, si preferimos perros somos nosotros los que queremos ser receptores de ese amor, de esa fidelidad y de ese cariño desinteresado.
Por tanto, no es erróneo deducir que también nosotros, los humanos, amamos como gatos o como perros, es decir gustando más de dar o de recibir. Por tanto un amor gatuno buscará un amor perruno y viceversa.
Tengo que confesaros, mis queridos lectores, que yo me considero un poco gata, no solo por mis orígenes madrileños, sino porque me gusta dejarme querer, aunque a veces saque las uñas o de un bufido, o me empeñe en ser independiente... No tardo en volver roroneando pidiendo caricias.
En fin, esto, como casi todo, no deja de ser una mera especulación, de tantas,
que hay en el amor. Aunque seguro que ahora, tras leer estas líneas, más de uno se preguntará: y yo.. ¿Qué soy, perro o gato?
Sed felices,
No hay comentarios:
Publicar un comentario