miércoles, 29 de agosto de 2012

Viejas costumbres

Retomar las viejas costumbres marca el fin del verano, o, quizá, es el fin del verano el que nos sitúa en posición de  volver a aquellos hábitos que nos ocupan el resto de los nueve meses.

Para los niños y jóvenes, la vuelta a los estudios, a los madrugones, a los días de tardes efímeras  y de cortos fines de semana. Para los adultos el reencuentro con la mesa de la oficina,  las tareas domésticas, el mostrador de la tienda, la pizarra del aula o el volante del taxi, que habían sido olvidados durante las vacaciones y que marcan el camino entre dos sábados.

Pronto esas actividades tendrán como escenarios unas calles alfombradas de hojas amarillas, de viento frío, de botas y bufandas. La piel, que poco a poco ha perdido su tono bronceado y que ha vuelto a su color natural, buscará los tímidos rayos de sol, para conocer la tibieza de los cortos días de invierno.

Pero un día, como tantos días de tantos años, como ocurre siempre desde que el mundo es mundo, los árboles volverán a brotar, las hojas ya  no serán colchón, sino bóveda y nosotros sentiremos otra vez como el sol alarga las horas de luz, como los cuerpos se descubren tras las lanas y el cuero. Y los niños llenarán los parques y los enamorados se besarán en los bancos, orgullosos de su amor al aire libre.

Y entonces, esos tres meses de luz, calor y libertad, cargarán, una vez más, de energía nuestra pila vital, para volver a iniciar, de nuevo, el ciclo de nuestra existencia, en este juego perpetúo del devenir del tiempo. Quizá la vida sea eso simplemente, la esperanza en el próximo verano.

Sed felices.

2 comentarios:

  1. Querida Elena, esperar el verano es un buen motivo para adentrarse en el otoño; comparto esa filosofía. hay que ir día a día inventándose mapas habitables para instalarse bajo la sombrilla, con la ventana abierta a un horizonte azul.
    Un fuerte abrazo.

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  2. Un fuerte abrazo, José Luis. Nos vemos pronto.

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