Se llama María, es joven y pizpireta. Una enorme sonrisa adorna su cara cada vez que te habla.
Y es la enfermera de noche que cuida a mi padre en el hospital. Sus manos menudas se mueven con gran destreza, manejando jeringas, vías y botes de cotenidos insospechados.
Estuvimos hablando unos minutos, en el silencio de la noche, quizás en un afan por mi parte de encontrar el lado humano de la enfermedad, en los que me contó sus experiencia mientras con cariño y dulzura aplicaba a mi padre el tratamiento indicado....
¡Que importante para aquellos que tenemos a nuestros seres queridos en trance tan tristes encontrar estas personas capaces de llegar con el calor de su trato a iluminar una noche de vela!
No`puede ser solo un trabajo. Tras de esta dedicación tiene que haber algo más. Un sentido de la vida distinto de aquellos que solo ven en la tarea diaria una manera de ganar dinero.
Recuerdo que en el colegio nos contaban una historia de una monja dedicada a cuidar leprosos, que un día recibió la visita de una famosa actriz. Al ver la tarea que realizaba, la starlette dijo "Yo esto no lo haría ni por un millón de dólares! A lo que la monja contestó "Yo tampoco..."
Hay gestos, actitudes que no paga el dinero, y esa sonrisa de María de las tres de la madrugada tampoco.
Sed felices.
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