domingo, 30 de agosto de 2020

FUTURO...¿QUÉ FUTURO?

El futuro, esa palabra que nos proyecta más  allá del momento que estamos viviendo y, sin embargo, es causa de ilusión y de alegría en unos casos, o de estrés y ansiedad en otros.

El futuro positivo está absolutamente ligado a la imaginación. Para muchas personas, sobre todo para quienes se sienten creadores, y llevan a cado sus ideas a la realidad. Ese futuro, aún siendo sencillamente una proyección de nuestro presente es muy positivo. Nos impulsa a movernos, a avanzar, a llegar a esa meta que un día solo estaba en nuestra mente, pero que hemos hecho realidad a base de etapas, con la suma de ahoras.

Sin embargo, en otras ocasiones, el futuro se convierte en la proyección de todos nuestros temores, aliñados con las experiencias negativas que nos sucedieron en el pasado. Esa imaginación, que puede ser, como ya he dicho, impulso creador, se convierte en la cárcel que guarda el miedo. Entonces contemplamos el futuro con ansiedad, convirtiendo el presente, ese  tiempo único real en angustia propia y ajena. Sí, también ajena, porque en ocasiones ese estrés ante una situación futura no proviene de una propia experiencia sino de lo que supone que nos puede pasar si nos sucede lo que sucedió a otros.

No quiero que se confunda, mis queridos lectores, la falta de proyección negativa hacia lo que puede venir, con el exceso de temeridad que nos puede llevar a cometer un error para nosotros y para los demás. Pero no podemos vivir con la constante amenaza de lo que nos puede pasar, sino con la realidad de lo que nos está pasando y de cómo, a tenor de  ello, debemos actuar.

Lo que venga tendremos que afrontarlo, no cabe la menor duda, pero si antes nos hemos estado desgastando, pensando lo peor, cuando tengamos que ponernos delante de ese nuevo reto, no estaremos en las mejores condiciones y, por tanto, nos encontraremos con dificultades para salir adelante.

"Que Dios no te mande todo lo que puedas soportar", dice ese pozo de sabiduría popular que es el refranero. Pues eso, en ocasiones somos nosotros los peores jueces de nosotros mismos, hurtándonos la realidad de sentirnos bien ahora frente a la posibilidad de lo que nos puede venir, pensando que nos superará.

No es cierto que un pesimista sea un optimista bien informado. Esa es la justificación que se dicen a ellos mismos, aquello cuya postura vital recuerda un poco al del pollito Calimero, aquel que todavía no había salido del cascarón, la vida le parecía una cuesta arriba y nada le parecía "justo". En reaidad es un pesimismos defensivo que anticipa un "por si acaso..." El optimista, que en nada es un iluso, es más realista de lo que parece porque no se queda mirando el abismo sino que se cree capaz de construir un puente.

Solo tenemos una vida, y se vive ahora, porque la vida no entiende ni de ensayos generales ni permite bises. Todo el tiempo que perdamos pensando en  lo que nos puede pasar no lo invertiremos en experimentar lo que ahora nos está ocurriendo, y por tanto no estaremos viviendo.

Sed felices.

domingo, 23 de agosto de 2020

ARRIMADAS ¿QUÉ DICE?

 Hay momentos en la vida en que tengo que bajarme de mis tacones  y caminar a ras de suelo, por muy insalubre que sea, para mancharme las manos de justicia y reivindicación.

Lo que está ocurriendo en Madrid no se puede tolerar: por tanto es INTOLERABLE.

El gobierno del Pp y Ciudadanos nos está llevando en la región madrileña a una situació límite, convirtiéndonos en un tercio de los contagios por coronavirus. Ya no valen paños calientes, hay que actuar.

Porque en mi opinión esto va más allá de la incompetencia, total y absoluta, de la presidenta Díaz Ayuso. Madrid se ha convertido en un barco totalmente desgobernado, dando palos de ciego al mismo tiempo que exige que intervenga el Gobierno de España. Cada noticia confirma que nada de lo dijo que haría ha hecho, que nada de lo que prometió lo ha llevado a cabo para paliar y prevenir la situación de caos que estamos viviendo.

Por cuatro veces el PP no apoyó el estado de alarma, con la excusa de que era un dictadura emboscada, y que no permitía ejercer sus funciones a las CC.AA. Ahora se "exige", repito, que intervenga y se denuncia que los rebrotes se deben a que Pedro Sánchez está de vacaciones. ¿Cabe mayor desfachatez? Pues seguro que sí cabe, pues día a día Ayuso se supera a sí misma.

La política está para servir a la ciudadanía, y cuando una estrategia en vez de solucionar es la causante mayor de los problemas hay que quitarla de enmedio y buscar otro camino. Ayuso está acabada. Lo estaba desde el inicio de la pandemia, pero el periodo de gracia conseguido se ha agotado por su ineptitud y la de su gobierno.

A menos de un mes de comenzar las clases, las aulas no saben ni esperan el cómo poder llevar a cabo esa vuelta al cole sin riesgo. Hablamos de los sanitarios, pero, ¿y el colectivo de la enseñanza que está absolutamente ninguneado por quienes han de llevar a cabo ese regreso de los niños y niñas con el menor riesgo posible?

 Inés Arrimadas, ¿qué dice? ¿ Es posible que por mantener los gobiernos en las distintas regiones esté permitiendo que su partido continúe apoyando los dislates de Ayuso? En manos de su liderzago y por tanto de su partido está el acabar con este bucle infernal en el que se ha convertido Madrid, con los distritos del Sur al borde del colapso del contagios. Su altura política tiene un reto en este momento que puede hacer que Ciudadanos demuestre ser el partido qué dice ser apoyando al partido más votado en la últimas elecciones autonómicas: el PSOE

Sinceramente, mis queridos lectores, espero y deseo que quienes han de hacerlo den un paso al frente para insuflar un poco de oxígeno a los madrileños y madrileñas que en este momentonos sentimos como ratones en un laberinto cuya llave la tiene quien no sabe ni dónde está la cerradura.


A pesar de todo, sed felices.

sábado, 15 de agosto de 2020

Pensando, pensando, junto al mar

 

 

 

No llego a alcanzar qué tiene el mar que me fascina tanto. Sé que no es nada original, y que esa inmensa masa de agua azul atrae a propios y extraños, sin distinción, que habitamos los cuatro puntos cardinales del orbe. 

En mi caso es algo presente en el día a dái, a pesar de vivir tierra adentro, en la meseta que cambia ese color azul por el amarillo y el ocre. He escrito poemas, he situado escenas de mis novelas junto al mar. Cada vez que regreso a la costa, a esta ciudad de Denia que me arrebató un día el corazón, y me acerco a la orilla siento una emoción absoluta, como quien vuelve a encontrarse con el amor de su vida.

Alguna vez he pensado que me hubiera gustado ser sirena, y poder sunergirme hasta las profundidades, y contemplar los secretos que encierra aquello de lo que procedemos, donde se encuentran nuestros orígenes más ancestrales.

Cuando miro el horizonte, con el cielo despejado, sin una nube, todo se me vuelve azul, y me embarga la sensación entonces de ser una con ese mar y ese cielo, dos espacios en los que todavía nos queda tanto por conocer y guardan tantos misterios.

Mañana volveré a Rivas. Me alejaré de este mar que me seduce, que me enamora, aún siendo el mismo, siempre es distinto. Entonces surgirá quizá un poema, o una entrada en el blog, como esta que os escribo, mis queridos lectores, de añoranza,  pero también con la esperanza de que pronto volveré.

ÉL

Siempre vuelvo a él,
en ese vaivén
vestido de espuma
que envuelve mis pies.
Danza constante
de rumor y brisa.


Reflejos azules
con nieves saladas.
Secreto de un nombre
escrito en la arena.
Él siempre me espera,
siempre vuelvo a él.

 (Poema de mi libro Papelera de  reciclaje, Ediciones Vitruvio, 2019)

Foto (c) Elena Muñoz.

sábado, 1 de agosto de 2020

AGOSTO





Mes por antonomasía de las vacaciones, sobre todo de los "curritos". El éxodo hacia las playas, la montaña o el pueblo de origen llenaba las carretera de automóviles cargados hasta los topes, porvocando unas caravanas de salida interminables. De fondo la cantinela infantil del "¿Cuándo llegamos?".

Pero este agosto es menos agosto. Le ha cortado las alas  un microscópico ser que ha invadido de la manera más atroz nuestro día a día como si de un desembarco alienígena se tratara. Ha torpedeado nuestra salud, nuestra economía y obligado a cambiar muchas de nuestras costumbres.

No obstante, hoy, primero de agosto, sigue guardando ese día inagural del mes del relax y del descanso, aunque sea tras la muralla de tela o celulosa de la mascarilla. Hay gente en la playa, a dos metros. Hay gente tomando paellas, máximo diez, por mesa. Hay gente capaz de sobreponerse al miedo propio y ajeno para hacer de lo poco normal la normalidad. Es un reto colectivo al que no podemos dar la espalda. Un día ganado al coronavirus es un día rescatado a recuperar nuestra vida, esa vida que se vió confinada un 15 de marzo, cuando asomaba ya la primavera.

Por muy duro que fuera el confinamiento, la prueba de nuestra solidaridad es ahora, cuando podemos demostrar que nos interesa más el bien colectivo que pasar un buen rato transgrediendo las normas. Nunca como ahora nuestras decisiones tienen consecuencias para todos y todas.

Por delante un mes de luz, de calor, de descanso. Para unos de días o de semanas; para todos poder demostrar que somos capaces de superar la necesidad de un capricho por la responsabilidad como ciudadanía.

Seamos solidarios, seamos responsables. Habrá otros veranos, seguro, para recordar ya sin mascarillas ni restricciones, que entre todos superamos a este virus que intentó, pero no consiguió, acabar con nuestra esperanza.

¡Sed felices!