martes, 24 de diciembre de 2019

Paz a los hombre y mujeres de buena voluntad

Nochebuena, bello nombre para una de las noches más nombradas en el mundo.

No importa el sentido que le demos, si es creyendo en el nacimiento de un tal Jesús, hijo de María, en un humilde portal del pueblo palestino de Belén, o, simplemente, la causa justa para reunirse en una mesa junto a los nuestros, y, también, para buscar la paz y el amor en el corazón.

La Humanidad ha necesitado siempre de hitos, de celebraciones para sentir las emociones que estos evocan. Y en este caso la Nochebuena evoca infancia, villancicos, regresos desde la distancia, y también ausencia de los que ya no están. Tal vez sea esto último lo que más pese en estas fechas, pero hay que procurar volver ese sentimiento en la alegría de tener el recuerdo de tan bellos momentos, y en el propósito de repetirlos.

Olvidemos por unos días los problemas, los sinsabores,  de aquello que pesa día a día y vuela sobre nosotros como pájaros de mal agüero, para ver ese lado amable que,  si lo buscamos, hay en nuestro entorno.

Para mucho serán actitudes un tanto hipócritas, pero pensemos que es importante darnos estos respiros física y mentalmente para que el año que nos espera sea más llevadero. Y si no quieren celebrar, respeto absoluto.

Ofrezcamos una sonrisa, un abrazo, un "felices fiestas" desde el fondo de nuestro corazón a todos los que amamos y también, porque no, a aquellos que a veces nos hacen la vida un poquitín complicada. La generosidad es el mejor aliado para la felicidad.

Feliz Nochebuena, feliz Navidad, y paz para los hombres y mujeres de buena voluntad.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Papelera de reciclaje

Siempre me gustó escribir, pero el sueño de convertirme en escritora me parecía fuera de mi alcance. Claro que los sueños siempre lo parecen hasta que se hacen realidad.

Provengo de una familia de cuentistas, en la que narrar historias era más que habitual. Así lo hicieron conmigo y así lo hice con mis hijos. Hasta que un día una  de mis historias se convirtió en novela, y el sueño ya fue algo tangible.

Pero lo que ya me parecía, y a veces me lo sigue pareciendo, increíble es ser poeta. Siento tanto respeto por la poesía que todavía, y a veces, las buenas críticas que recibo  me parecn más fruto de la generosidad de los demás que mérito mío. Sin embargo ya son tres libros, el último lo presentaré el jueves 19 de diciembre, que dicen que algo, auque sea un poquito, de poeta hay en mí.

Hace unos años, en el Ateneo de Madrid, durante un recital colectivo, una asistente me preguntó que diferencia había entre escribir narrativa o poesía, desde el punto de vista del autor. La primera intención es decir que mucha técnicamente, pero también la hay desde la motivación. Escribir novela o relato me divierte muchísimo. Adoro construir historias, elaborar tramas y llegar a las resoluciones. La poesía es otra cosa. 

Cada poema, cada verso, es un cúmulo de emociones que salen sin cortapisas. Ya digo en uno de mis poemas que soy una auténtica exhibicionista de sentimientos. No hay momento, no hay elaboración mental, o por lo menos yo no vivo así la poesía. Es aquí, ahora y con la únicas palabras que puedo escoger. Así son cada uno de los poemas que forman Papelera de reciclaje (Ediciones Vitrubio), y que presentaré, como he dicho, en cuatro días. Ya vuelan las mariposas en el estómago.

Vivir con las emociones a flor de piel duele a veces, pero la recompensa de verlas sobre el papel es el mejor de los remedios para quienes hemos elegido el complicado camino de escribir y no guardarlo para nosotros. 

Y escribo.



martes, 10 de diciembre de 2019

GRETA

Me conmueve ese cuerpo frágil, infantil aún incluso para la edad que tiene, esa mirada entre asustadiza e iracunda. Supongo que sus ojos responden a esa realidad que le ha tocado vivir en la que ha decidido asumir una responsabilidad que se me figura excesiva para alguien tan joven. 

Porque estamos en un mundo en que los dioses duran lo mismo que un parpadero. De hecho ya han llegado los primeros detractores, que la acusan no solo de sus propias patologías (parece ser que padece un síndrome de Asperger y un transtorno obsesivo compulsivo), sino de la estrategía que plantea. 

Como es natural, Greta Thunberg saca de quicio a los negacionistas, a aquellos que son contumaces a cualquier modificación de las estructuras que palíe el cambio climático, aunque sea el mismo presidente de EEUU. Hay mucho dinero, pero mucho tras ello. El sesgo conservador que pervive en los que se resisten al ecologismo hace que esta pequeña acvtivista sueca sea vista como un grano (con perdón) en el culo. Porque poco se puede hacer contra una persona que no tienen nada que perder. 

Curiosamente, la Historia nos ha enseñado como los personajes más trascendentes  en positivo han sido aquellos que asumían cualquier riesgo porque en el fondo no arriesgaban nada. Greta nos invita a una vida de renuncia, de "incomodidades", y eso, en una sociedad absolutamente consumista, escuece un montón. Porque, ¿realmente estaríamos dispuestos a un cambio radical en nuestras vidas, incluso aquellos que sabemos que la emergencia climática es una realidad?

Las causas necesitan de sus héroes, de sus libertadores, aunque en demasiadas ocasiones hayan sido necesarios hasta que sus presencias son demasiado incómodas. Esperemos que no sea el caso de Greta, y pueda continuar con la tarea de convencer de que no podemos seguir con esta autoextinción. De momento, ha demostrado que, en propias palabras de la joven sueca, "nadie es demasiado pequeño para marcar la diferencia". 

Pero estemos alertas. Sentir simpatías por esta activista, admirarla, o llenarla de likes sus posts no nos hace más verdes si no lo sentimos en las tripas. Los cambios nacen de dentro hacia afuera, y hemos de buscar a esa "Greta" que tenemos dentro, modificando nuestro entorno más cercano, aquel en el que nuestra influencia puede ser positiva y nuestro ejemplo más.

Nos lo debemos y se lo debemos al planeta.


lunes, 2 de diciembre de 2019

No se puede tener todo

Existen las dobles vidas.

Son dobles vidas que aparentan ante los demás lo que no son en realidad. Vidas que desde fuera se presentan brillantes, admirables, llenas de "glamour", pero que cuando nadie las contempla están llenas de sombras y oscuridad, de miedo y de temores. Ella lo sabía de buena tinta. Tal vez, porque el destino se cobra a su manera, y cuando le apetece, los regalos que da. 

"No se puede tener todo". se decía, cuando la angustia le cerraba el estómago y los ojos se le nublaban por las lágrimas. Porque a la postre ella no había pedido ni ser brillante, ni ser admirable, ni tan siquiera ser capaz de alcanzar lo que se propusiese. Todo eso no había sido, a la postre, más que una tabla de salvación de la que huir a menudo de una realidad gris y áspera,

No se quejaba de su vida a terceros, cómo hacerlo. Nadie la entendería, y de ello era la única responsable. Había vivido siempre esa doble vida de no dar cuartos al pregonero, de no admitir las tristezas, de no consentir la conmiseración. Su orgullo, quizá malentendido, le hacía levantarse cada día y afrontar esa dualidad vital.

Pero los años no pasan en balde, y ya su corazón ansiba reposar en la única vida que realmente había perseguido. Ser comprendida, querida... Encontrar el reposo en quien ella quería, pero que no sabía quererla, y que al final, había desgastado su amor como una pastilla de jabón entre las manos.

Ella, tan amante de la cultura clásica, recordaba la leyenda de Alejandro de Macedonia, a quienes los dioses le dieron a elegir entre la gloria y una muerte prematura, o una larga vida oscura. Murió a los treinta y dos años y paso al Historia como el Magno. No se puede tener todo.

Miró por la ventana. El sol había ganado la partida y engañaba coqueteando con el frío. También a su corazón le faltaba el calor. No obstante, un día más, jugaría a ser esa otra, era su destino, el que ella había asumido, en la certeza  de que no se puede tener todo.

Sed felices.

domingo, 24 de noviembre de 2019

25 DE NOVIEMBRE


Todo empieza con una  primera bofetada, esa que me abre los ojos como platos, incrédulos por sentir su mano, que antes me acariciaba, estallar junto a mi oído. No le reconozco en esa máscara de rabia y crueldad. No entiendo esa retahíla de insultos que han sustituido a las palabras antes de amor.

Quiero preguntar ¿por qué?, pero siento como los labios hinchados por el golpe no consiguen articular palabra.

El segundo golpe me hace caer al suelo. Levanto los brazos para que sus puños no alcancen mi cara, pero es en vano. Uno de ellos golpea mi estómago y me deja sin respiración. Con los ojos anegados de lágrimas, vislumbro en el quicio de la puerta a mis hijos en pijama que le gritan a su  padre que me deje, que no me pegue más.

Pero él es una fiera que ha hecho presa. Las patadas se  hunden en las costillas, mientras me sujeta las muñecas con sus manos para que no me pueda escapar.
Si no fuera por mis hijos, querría morir allí mismo.

De repente para, resollando como un toro, y cae de rodillas junto a mí. Siento su mano, la misma que no cesaba de abofetearme hace un minuto,  en mi cara, limpiándome las lágrimas y la sangre de mi boca. Le oigo susurrar en mi oído: “sabes que te quiero, es que me haces perder los nervios, pero te quiero… Siempre estaremos juntos”.

Luego se levanta y se va al dormitorio, cerrando la puerta. 

Mis hijos se acercan a mí, también llorando. El mayor me da el móvil y me dice: “llama, mamá. Por ti, por nosotros, llama”. Con dedos temblorosos marco el 112.

Una hora después el verdugo sale esposado de mi casa. La doctora del Samur que me atiende me dice que he sido muy valiente. También lo creo yo. Por la ventana veo el sol despuntar en un amanecer que no es solo del nuevo día, sino mío también.

No más miedo, no más violencia. No estoy sola. Por fin, soy libre.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Collioure

Amenazaba la lluvia, aunque el sol intentaba, sin mucho éxito,  abrirse paso. El mar vestía su manto gris, ese gris del que tanto gusta en el otoño y el invierno. Sobre la pequeña rada se erigía , solemne e inmutable la ciudadela.
Un cúmulo de sentimientos trenzaban mis pasos hacia el pequeño cementerio. Tantas veces había leído sobre él, había visto sus imágenes y , por fin, iba a poder presentarme ante la tumba del maestro, ante la tumba de Don Antonio Machado.
No tuve que andar mucho: pronto se vislumbra el túmulo cubierto de flores, de banderas francesas y españolas republicanas.
La lluvia ya no se hizo esperar más, y comenzó a caer lentamente, poniendo una músiquilla de fondo con aires de nostalgia.
Controlando la emoción, de mis labios, casi como una oración, brotaron los versos del poema "Un mañana efímero"...

La España de charanga y pandereta...

Después comencé a leer la carta que había escrito en nombre de mi agrupación de Rivas y que quedaría depositada en el buzón del maestro.

Estimado maestro, querido maestro de infancias y de poetas.

Don Antonio Machado:

Ante ti hemos venido, ante esta tierra a la que un día de febrero abrieron sus entrañas para hacer  ese último lecho donde acostar tu cuerpo, tan lleno de tristeza y de nostalgia.

Ochenta años ha desde aquella fecha: mucho tiempo. Tiempo en el que España, esa España que tú tan magistralmente retrataste, ha cruzado una larga travesía sobre un reguero de lágrimas y sudor de tanta buena gente condenada al exilio,  al silencio con los labios cosidos por el miedo y la venganza.(...)
 

Una ceremonia sencilla, pero tan transcendente para mí, porque ese jueves de noviembre vi cumplido uno de mis más grandes anhelos. Luego, a pesar de la lluvia y del frío, recorrí el perímetro de la ciudadela intentando retener en mis pupilas la belleza de ese pequeño pueblo que tiene ya un lugar emblemático en los libros de literatura. 

Nunca se es el mismo tras un viaje. Uno deja parte de si  y se trae aquello que le ofrecen.  Así ha sido también esta vez. Algo de mí quedó prendido en ese mar de otoño. En mi regreso guardé el recuerdo de esa lluvia, de ese olor a crisantemos y de mis humildes palabras que quedaron junto a la tumba de don Antonio Machado.

Sed felices.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Si de ti depende

Hace unos días podía leer en las redes sociales una pregunta acerca de qué se podía hacer ante la frustación. Mi comentario fue: "ocuparte de lo que de ti dependa".

En infinitas casiones nuetra tristeza o impotencia viene dada porque nos damos cuenta de la imposibilidad de remediar los problemas que nos acucian, sin darnos cuenta de que en una gran cantidad de veces esa solución no depende de nosotros.

Vivimos en una sociedad en la que, fundamentalmente los medios de comunicación nos  enfentan día si, día no, a hecatombes, apocalipsis y desastres. Las sentencias de "irremediable", "no hay marcha atrás", "es el principio del fin", trufan cada una de las imágenes de inundaciones, desiertos, e informaciones económicas.

Al mismo tiempo que todo esto sucede nos damos cuenta de que poco podemos hacer para que el pirado de Tump entre en razón, o que el cambio climático se pare, nuestra intervención es mínima como "curritos de a pié".La primera reacción siempre es de desánimo, pero entonces nos tenemos que dar un tiempo de reflexión para centrarnos en aquello que sí depende de nosotros.

Dice un refrán popular (ya sabéis que adoro los refranes) que "un grano no hace granero, pero ayuda al compañero". Seamos ese grano, ese eslabón de una cadena que finalmente afianzará los principios y los valores en los que que creemos. Participemos en la sociedad en la que vivimos, desde dónde hemos querido colocarnos y empujemos, empujemos para que toda la armazón que sostiene este sin sentido caiga.

Seguramente no llegaremos, por ley de vida , a ver los grandes cambios a los que nos enfrentamos hoy, pero si somos capaces de hacer que cunda nuestro ejemplo desde lo positivo, desde irradiar una energía que haga que más personas encuentren el sentido también
a su vida, seguramente, la sensación de estar perdiendo el tiempo desaparecerá.

Los grandes cambios de las Historia no se hicieron ni por un invento, ni por un día. Fueron realidad porque hubo quien convenció con su entuasiasmo a muchos, y estos fueron capaces de expandir ese mensaje.

Valoremos por tanto aquello que aportamos, aunque sea para nosotros ínfimo, pero que asumimos como nuestra responsabilidad. Recordemos que una gota, si persiste, acaba horadando una montaña.

Sed felices.


domingo, 20 de octubre de 2019

Barcelona

Tenía cinco años cuando conocí Barcelona.

La hermana de mi padre vivía en allí, ya que su marido había encontrado trabajo en esa ciudad. Mis recuerdos son muy vagos, pero todavía siento la impresión de ver la plaza de Cataluña, con las palomas; las Ramblas,  pletóricas de gente, algo que para una niña madrileña que llegaba de un pueblo de Soria, parecía una irrealidad.  Y el mar...

Con el transcurrir de los años he vuelto bastantes veces, por ocio o por trabajo, y siempre me he sentido como en casa. Estuve en el 92 y me sentí orgullosa de la ciudad en la que se había convertido. Volví con mis hijos, ya adolescentes, a los que también les cautivó. He presentado libros y me han acogido de maravilla. Tengo grandes amigos en esa ciudad. No temo exagerar cuando digo que adoro Barcelona. 

¿Y ahora? Ver las  calles incendiadas, los adoquines arrancados, los contenedores en llamas me parte el alma. Por que no son solo piedras, ni asfalto, ni mobiliario urbano. Son lo que configura, junto con sus gentes, el corazón de una ciudad. Y ese corazón ha sufrido un infarto grave y, lo que es peor, sin sentido. La mayoría de los que se manifiestan violentamente no saben, no conocen, y menos entienden porque lo hacen, solo sienten la rabia y la frustración inyectada en vena por los que ya no saben a dónde quieren llegar a lomos de una mentira que ya no se se sostiene. 

Más de siete millones  de euros en pérdidas, lo que es peor, más de doscientos heridos sólo en esta semana por la acción de los violentos. Comercios, restaurantes, negocios, vías de comunicación colapsados por una jauría incontrolada que buscan ¿el qué? La libertad de unos presos cuyo delito está tipificado en el código penal , aunque ellos pensaban que por enésima vez enfrentarse al estado de derecho era gratis, y como no lo es , someten a chantaje a toda una población.

Tal vez esto sea el principio del fin. Tal vez el haber llegado a este extremo destape la gran barbaridad del procés, una tapadera de la alta burguesía catalana para ocultar años y años de corrupción; un instrumento para no abandonar las instituciones catalanas, desde donde controlar el dinero público, dinero con el que han estado alimentando a los que hoy copan las noticias y que alientan la lucha en la calle, y que ha contado con la connivencia de la izquierda independentista en la creencia de que ambos iban a recoger las nueces de una imposible república catalana.

Espero y deseo que las urnas  del 10N reflejen ese hartazgo de la gente de bien. Es ahí donde hay que demostrar en qué lado se está, y si es verdad que son más lo que no quieren la independencia, véase en el resultado. 

Barcelona se lo merece, España se lo merece.

Sed felices.

domingo, 13 de octubre de 2019

De hijos desobedientes y lluvia de libros

A Cicerón, Marco Tulio, político, retórico e intelectual romano se le atribuye esta  frase, allá por el siglo I d.C. : "en estos tiempos los hijos no obedecen a los padres y todo el mundo escribe libros".

Respecto a la primera parte de  la sentencia así ha sido desde el principio de los tiempos, incluso desde el Paraíso, cuando Adán "desobece" a Yaveh y se come la manzana. Los hijos por sistema desobedecen, desobedecemos,  ya que es la manera de afirmar nuestra personalidad, adquiriendo (o eso sería lo ideal), capacidad de decidir y responsabilidad. 

Lo curioso es la segunda premisa, la de la popularidad de escribir libros, que ya parece que  llamaba la atención del prócer romano, cuyos discursos, sobre todo las Catilinarias, recomiendo. Y digo curioso porque veinte siglos después parece que esa popularidad de publicar se mantiene.

Lo que no sabemos es si, entonces, ocurría lo mismo que ahora, en que la cantidad poco tiene que ve con la calidad, y mucho menos con el consumo de los libros. Cierto es que en la Roma de Cicerón abundaban los analfabetos, cosa que en el siglo XXI y en nuestro país no debe pasar, pero eso no es garantía de que se lea al ritmo que se publica.

Porque anualmentte salen al mercado más de ochenta mil libros, muchos de ellos autipublicados, que se dan de bruces con los muros de la distribución, e incluso cuando los que están en su circuíto son devueltos a las editoriales en un porcentaje de un 30%. Miles de escritores arrastran su frustación de no conseguir convertirse en quienes copan las páginas culturales, en la certeza de que su obra es digna de pasar a los anales de la historia de la Literatura.

Como directora de una editorial independiente soy consciente de que el acceso a la información, bueno en ocasiones a la desinformación, de las redes sociales, con la capacidad de animar a través de los Likes a escritores y poetas que ven en ello la reafirmación de su calidad, hace que se abran expectativas que luego no se corresponden con la realidad cuando intentan publicar.

Hablo con quienes se acercan a Ed. Ondina e intento abrirles los ojos respecto a qué pueden esperar de su libro, de su poesía en un mundo en el que la cultura se ha convertido en un campo en el que la sequía hace estragos y que sobrevive gracias a que quienes creemos en ella no tiramos la toalla. Solo hay un camino para la creación y es la calidad.

El arte como negocio se convierte en consumo rápido y en ganancias para unos pocos, que normalmente no suele ser los artistas ni los escritores, quienes se ve abocado a pagar ya sea por publicar, como por colgar sus cuadros en una galería, o yendo riesgo y ventura en un teatro, sin garantía ninguna de poder recuperar la inversión.

En fin, mis queridos lectores, que los que estamos en este proceloso mundo de la literatura y el arte debemos saber que nuestro camino está lleno de obstáculos, y pertrecharnos para saltarlos desde la consciencia y la realidad.  Solo así tendremos fuerza para seguir caminando.

Como diría el gran Cicerón en una de sus más famosas sentencias: O tempora, o mores (¡Oh, tiempos!, ¡oh, costumbres!).

Sed felices.



lunes, 7 de octubre de 2019

Lágrimas de rabia

A veces pienso si lo que hago, que intento sea coherente con lo que digo, servirá de algo.

Empiezo a no reconocer muchos y a muchos de mi entorno. Personas que han sido parte de mi vida, desde hace más de cuarenta años y que hora justifican lo injustificable, y se unen a quienes han hecho de la mentira su bandera, aunque ellos quieran defender la roja y gualda.

¿Qué hemos hecho mal los demócratas? ¿Por qué nuestro mensaje se entrella, una vez y otra, contra el muro de la falsedad y la difamación? ¿En que momento perdimos la capacidad de llegar a quienes necesitan de sus derechos y, sin embargo, siguen a los que enarbolan un nacionalismo trasnochado y sin futuro?. Sé dónde estoy, pero a veces dudo de para qué, si no soy capaz de traspasar a quienes dicen respetarme e incluso admirarme el mensaje de justicia e igualdad.

Hoy he tenido que contener lágrimas de rabia al ver las imágenes de VOX en Vista Alegre, sabiendo que una de las personas queridas por mí, amigos desde la adolescencia, estaba allí. Desconocía que era militante de esta formación ultraderechista. Cuando me dijo que había venido desde su lugar de origen a Madrid para asistir a ese "circo" no me lo podía creer. Intento justificarlo por el cansancio, por la necesidad de encontrar respuestas a una persecución que sufren por parte de otros fascistas ultranacionalistas... Pero cuando colgué el teléfono sentí que algo se rompía dentro de mí.

Él sabe que soy socialista, y tras una amistad de más de cuarenta años, nada de los valores que a ambos nos han unido en una estrecha amistad han servido para nada. Siento, como en la canción, el corazón partido entre mis principios y mi amistad.

Porque no es cierto que la política no debe romper las amistades cuando la amistad ha de basarse en valores que para mí son irrenunciables. Espero y deseo que cuando Santiago Abascal defendiera y llamara "españoles" a los violadores de la Manada mi amigo sintiera vergüenza de encontrarse allí.

No obstante, hoy siento que mucho de mi esfuerzo se ha convertido en agua derramada en un cesto. Y me siento cansada, y no puedo contener las lágrimas llenas de rabia e impotencia.

Sed felices por mí.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Aunque la casa se queme

Tengo que decir, sin falso orgullo, que provengo de una familia de mujeres de raza.  Perdonad, mis queridos lectores, si esta afirmación os suena un poco imperialista, pero no sé de qué otra manera definirlo. Mujeres que, a pesar de los reveses de la vida, han contado siempre con una resilencia grande, incluso cuando esa palabra, resilencia, no estaba de moda, y lo que se decía era  aguante.

Varias generaciones, con sus excepciones, claro, de abuelas, tías y primas que han sido capaces de reiventarse para seguir siendo ellas mismas, sin renunciar a valores y principios. Y eso no es nada fácil.

También, he de reconocerlo, tenemos un pequeño fallo, aunque para nosotras forma parte de nuestra manera de ser. Y es que, a pesar de los pesares, puede quemarse la casa, pero no dejamos salir el humo. No sé si esto es bueno o es malo, solo sé que es la manera con la que hemos decidido afrontar la vida, pensar que no se trata de lo que te pase, sino de qué manera haces el relato.

Algún día me deciré a escribir sobre ellas, sobre quienes en el día a día han sido unas heroínas que no han salido en los papeles, ni en la TV, pero que han contribuído en gran manera a señalarme cómo la decisión de ser o no feliz en la vida la tienes tú.

Por eso hoy, domingo primero de este otoño que se resiste a soltar el verano de la mano, he querido escribir este artículo, sino como homenaje - se queda sin duda corto- si como agradecimiento. Porque tras de mí están Leyre y Martina, y no encuentro mayor ilusión que ser para ellas lo que las mujeres que me antecedieron han sido: un ejemplo. Ójala que el día de mañana puedan recordarme como alguien de quien pudieron aprender alguna cosa, sencilla, pero que las ayude a hacer camino. Si es así, habrá valido la pena. Porque no importa que la casa se queme, no importa que no salga el humo... No hay mejor bombero que la fuerza interior, esa que te dice todos los días que aún queda esperanza.

Sed felices.

Dedicado a mis abuelas Rosa y Teresa, a mi tías  Mary Tere y Rosi, a mi prima Érika y a mi querida amiga María Jesús.




domingo, 22 de septiembre de 2019

De pactos o libertad vigilada

Siempre se ha dicho que en el corazón de un español, o española, siempre ha  habido un entrenador de fútbol o un crítico taurino...  Esto último está un poco de capa caída, a pesar del PP de Madrid, pero lo que se viene a decir es que somos mucho de opinar desde la barrera o de hacer toreo de salón. Bueno, pues por  lo que parece ser también hay un negociador.



Y algo de eso ha habido en el proceso negociador frustrado que ha llevado a la convocatoria de unas nuevas elecciones. Opiniones de todo tipo y de toda condición señalando  el absoluto fracaso y la consabida humillación, incluso provinientes de aquellos a los que consideramos oráculos de sensatez, pero que también se equivocan. Yo, sinceramente, solo puedo basarme en aquello que sé o escucho. Y dos no negocian si uno de antemano no quiere.

Posiblemente se hayan cometido errores por las dos partes, no lo dudo, ni siquiera justifico que por la parte que me toca se podría haber enfocado de alguna otra manera, pero, y vuelvo a los símiles, los que friegan los platos son los que los pueden romper.

Hace unos días dije que el mejor pacto es aquel al que se llega con la sensación de que ambos han cedido, pero, sin duda, una de las partes, si se sale desde más atrás, ha de ser más flexible. No se puede exigir si la posición en el tablero no es la más favorable.

Porque, pensemos, ¿para qué se hacen los pactos? Fundamentalmente para encontrar una estabilidad. Pero si ya una de las partes demuestra públicamente que se quiere llegar a ese pacto porque no se fía de su socio, eso no es un pacto, eso se llama libertad vigilada.

La Historia está llena de pactos y acuerdos interesados, todos los son, y también de conculcación de esos pactos, pero que ya de entrada se muestre de una manera tan palmaria la desconfianza, cuando se tienen menos apoyos- va en contra de ese equilibrio que buscamos, y la vida de ese trato tiene fecha de caducidad.

Por otra parte,  nuestra democracia no tiene experiencia en pactos de gobierno del país. No es lo mismo pactar en una región o en un ayuntamiento, que al fin y al cabo está acordando gestión, que llegar a uno en el que se dirima la política nacional, la internacional o los Presupuestos que afectan a más de cuarenta millones de personas.

Sí, sin lugar a dudas estamos cansados de este proceso que finalmente no ha llegado a buen puerto. Pero fijaros, mis queridos lectores, que ese agotamiento es más producto del ruido mediático que de la participación en el mismo. Ahí también se ha fallado, en la discrección y en la necesidad de titulares.

Como diría el poeta, se hace camino al andar, y nosotros, hombres y mujeres de este país, también vamos aprendiendo a explorar nuevas situaciones, y debemos colaborar a llegar a soluciones. Porque también como ciudadanía tenemos nuestras obligaciones, y entre ellas el acudir a las urnas cuando se nos convoque de una manera legal y legítima. ¿Por qué cuál es la otra alternativa? No existe.


Vayamos a votar y votemos a quienes creamos que pueden llegar al parlamento para desbloquear y consensuar, y apoyar a un gobierno que gobierne para todos y todas.

Mañana ya es otoño. Sed felices.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Ni tú ni yo....sólo nosotros...

Ni tú ni yo....Sólo nosotros....



Si pudiera abrazarte esta noche
como abrazo mis sueños blancos de Luna.
Si pudiera abrazarte esta noche
se llenaría de luz y plata mi noche oscura.



De tanto susurrar poemas se me han quedado la boca llena de versos que, poco a poco, se transforman en besos...


Una sonrisa en los labios.
Un halo de perfume que embriaga
la mente y atrapa en una red de deseo.
Y la noche estalla en mil estrellas.


Leves mariposas de entreabiertas alas
llevadas por mi aliento hasta tu boca.
Besos que vuelan ligeros
para apagar mi fuego con tu fuego.


¿Y si la noche fuera una flor que abre sus pétalos para acunarnos juntos?


Acompáñame en mis sueños esta noche, allí donde el infinito somos tú y yo


En la noche todo es más: los besos son más besos, las caricias más caricias...
Tú eres más yo, y yo soy más tú...

(c) EME

domingo, 8 de septiembre de 2019

Amando la vida

Tal vez sea deformación profesional de tantos años (25) siendo docente, pero septiembre tiene más de año nuevo que enero.

Muchos de nosotros, los privilegiados que podemos hacerlo, salimos de vacaciones, viajamos a otro lado que no es el habitual de residencia y, cuando volvemos, lo hacemos un poco distintos. Nunca se regresa, y eso lo he dicho muchas veces, siendo los mismos.

Tomamos y dejamos un poco de nosotros en los lugares que recorremos, en las carreteras por las que circulamos, en las personas que conocemos.  Los paisajes que nos acogen o las vistas en donde se pierde nuestra mirada se convierten en pequeños santuarios en los que, como exvotos, dejamos las emociones que nos provocan. 

Las fotografias, mudos testimonios en los que queremos perdurar esas sensaciones para revivirlas  cuando los días se acorten, el frío llegue y los abrigos tapen la piel cada vez más pálida.

Los niños y jóvenes empiezan un nuevo curso. Nosotros hemos, también, adaptarnos a hacer lo mismo, o casi lo mismo, pero con ilusión, con ánimo y con la certeza de que no podemos caer en ese absurdo denominado "sindrome posvacacional". 

Pronto el otoño, con su belleza en amarillos y naranjas, llamará a la puerta. Entonces, como los árboles que veo desde mi ventana, me prepararé para afrontar otro año, que no sé que me deparará, pero que estoy segura estará lleno de experiencias que me harán seguir creciendo, aprendiendo, escribiendo y, sobre todo, amando esta vida mía que me ha tocado vivir y de la que vosotros, mis queridos lectores sois parte importante.

¡Feliz reencuentro!

Sed felices.

martes, 27 de agosto de 2019

RELATOS DE VERANO Y MAR IV: la gota fría


El mar vomitaba algas, enardecido por el viento que bramaba como si el mismísimo Kraken se hubiera despertado. Las palmareras se doblaban, besando casi el suelo con sus ramas y la lluvia anegaba las calles.

Lo que veinticuatro horas antes era un pueblo lleno de actividad, bañistas y color, se había convertido en un escenario apagado bajo un toldo gris. Los pasos de los viandantes habían sido sustituidos por regueros de agua que buscaban su salida natural al mar.

Los oriundos, o aquellos que ya habían vivido esa experiencia, sabían que era una gota fría, fruto de un verano caluroso y de un posterior embolsamiento de aire gélido. Bastaba con un poco de paciencia y pertecharse con lectura u otros entretenimientos, para pasar el día o día y medio que solía durar.

Tras los cristales del ventanal ella miraba las gotas que rompían contra el suelo de la terraza y las hojas del palmito. Sin darse cuenta, las lágrimas comenzaron a aflorar por sus mejillas. Se sentía tan fría como es gota que campaba sobre sus cabezas. El verano tocaba a su fin y para ella era como si traspasara la frontera de otro año, con la incertidumbre de si en el proximo podría caminar sobre la arena y perderse en el horizonte de ese mar tan querido.

No quería pensar en negativo, ni caer en la trampa del tiempo, porque ella no era así. Pero en ocasiones no estaba de más dejarse llevar un poco, como los granos de la playa, sin conocer el destino. La añoranza mostraba su nariz y la obligaba a echar de menos aquello y a aquellos que nunca volverían.

En unos días regresaría a la rutina diaria, al reloj ya con manillas, a la toma de decisiones... Esa era su vida, y así la había elegido, o tal vez, había sido elegida por ella, pues en momentos no entendía que hacía en ciertos lugares y con ciertas personas.

Se secó la lágrimas. Seguía lloviendo, aunque sobre los tejados, al fondo, una ténue línea de luz presagiaba que la tormenta no duraría mucho más. Tampoco en su interior, pues la vida le había enseñado que no era bueno detenerse más de unos minutos en conmiseraciones. 

Salió el sol, y su cara se iluminó con una sonrisa. La naturaleza volvía a firmar un pacto transitorio, y pronto la playa florecería con sombrillas, y las calles se inundarían de nuevo de pasos recorriendo los últimos día de este verano, con la esperanza puesta en el que llegaría, sin duda, pasado un año.

Pasara lo que pasara, lo afrontaría...


martes, 20 de agosto de 2019

RELATOS DE VERANO Y MAR III: El mosquito

El calor era agobiante.  Una de esas noches que se denominan tropicales, aunque la distancia con cualquiera de los dos Trópicos, el de Cáncer o el de Capricornio, fuera apreciable. 

El zumbido del ventilador se confundía con un sonido similar, pero más peligroso: el de un  mosquito  que rondaba a su alrededor en la seguridad de encontrar el momento de picarle.

Ni la batalla de San Jorge contra el dragón había sido tan reñida como la que él libraba con semejante díptero: lociones, pulseras, enchufes... Hasta el tradicional aerosol que inundaba la habitación de un aroma dulzón, empalagoso y tóxico. Pero nada: cada mañana descubría una o dos picaduras que picaban, valga la redundancia, como la madre que las parió.

Aunque mal de muchos, consuelo de tontos, sentía cierto alivio al contemplar en a playa como otros veraneantes lucian con igual desazón los abones a lo largo y ancho de las zonas descubierta de sus cuerpos, e incluso los granos eran tema de conversación en las tertulias bajo la sombrilla.

Pero esa noche, unido al insoportable calor que marcaba los 27 grados (sensación térmica de 30) a las tres de la mañana el termómetro del móvil, la perspectiva de una picadura más le exacerbó de tal manera que encendió la luz y se dispuso a dar la batalla una vez más.

Le vió sobre el blanco de la pared. Cogió una de las chanclas que estaban al pie de la cama y muy despacio, muy despacio se acercó a él... Levantó la zapatilla y...

- Por favor, no me mates...

Una vocecilla rompió el silencio de la noche. El brazo se detuvo a mitad de camino y él se quedó desconcertado, porque no veía quién le había hablado...

- No me mates, por favor... No puedo evitar picarte, necesito tu sangre...

No podía ser, la vocecilla, casi un susurro,  provenía, o así parecía del mosquito que estaba en la pared...

- ¿Eres tú, mosquito? ¿Me estás hablando a mí?- pensó que el calor le producía alucinanciones. ¡Cómo podía ser que estuviera hablando con un mosquito!

- Sí, sí... Pero siento contradecirte: soy una mosquita, y necesito picarte porque la proteína de tu sangre me sirve para producir los huevos y continuar la especie...

¡Flipa! Esto era lo más de lo más... Una mosquita que le pedía compasión... No pudo evitar que algo parecido a ese sentimiento naciera en él. Al fin y al cabo todos somos seres vivos y cumplimos una misión en el planeta. Como persona concienciada con el ecologismo sabía que la especie humana era mucho más destructora de alguna manera... La mosquita lo único que quería era seguir lo que su ADN ancestral le indicaba.

La zapatilla llegó a su destino de manera brusca, y en la pared quedó solamente una mancha en lo que antes fue la mosquita.

- Lo siento, pero nuestras especies están en guerra- dijo en voz alta mirando la pared y el espachurramiento-. Y casi siempre termináis venciendo y dejáis la muestra de vuestro triunfo en forma de picores y abones. Esta vez he ganado yo.

Se metió en la cama y apagó la luz. Cuando contara su aventura nocturna obviaría el que había hablado con una mosquita. Al fin y al cabo lo heroíco era haberla matado con una zapatilla, como siempre se había hecho...




lunes, 12 de agosto de 2019

RELATOS DE VERANO Y MAR II : La cueva de Simón "El tuerto"

Seguro, o casi seguro, que en todos los pueblecitos costeros existen cuevas, y  seguro, o casi seguro, que alguna de ellas ha sido refugio de piratas. Así ocurría en el que yo pasé los veranos de mi infancia.

En este caso, la cueva de los corsarios se encontraba al final de la playa, y había que acceder ascendiendo un pequeño acantilado. Una vez arriba la entrada era  bastante estrecha, tanto que a no ser un niño o una persona enjuta, pocos podrían entrar por él.

Lo curioso es que, una vez dentro, la gruta se ensanchaba para convertirse en una sala de unos 15 metros cuadrados. Allí, contaban los más viejos del lugar, había escondido su tesoro el corsario Simón "El tuerto", allá por el siglo XVI, tesoro que había robado a  Sir Francis Drake, que era como haberlo hecho a la mismísima reina Isabel I de Inglaterra.

Mis amigos y yo, quizá llevados por el contagio de los libros de los Siete Secretos o de Los cinco (*) decidimos convertirnos en arrojados detectives, y buscar hasta encontrar el tesoro del pirata. Para ello trazamos un plan elaborado en el que se incluían herramientas y bocadillos, algo más de lo segundo que de lo primero, dado nuestro inacabable apetito preadolescente. 

La pandilla la formábamos seis miembros, ni los siete secretos ni los cinco. Un grupo que hoy denominaríamos igualitario, ya que éramos tres chicas y tres chicos.  Baste decir que, como suele pasar, yo estaba prendado (qué palabra tan cursi) de una de las chicas. Se llamaba Laura, y era, para mis ojos, lo más parecido a una diosa, si las diosas tuvieran flequillo y la piel morena como el caramelo. Esa apreciación tan poco adecuada para mi edad provenía de mi absoluta predilección por las lecturas sobre mitología griega... Pero eso es otra historia. Además de Laura, el grupo lo formábamos Isa, Loles, Arturo, Felipe y yo, Dani.

Bueno, pues ese día, que amaneció un tanto nublado y ventoso era el que, según nuestra imaginación infantil, iba a convertirse en el día del descubrimiento del tesoro. Entramos uno por uno en la cueva y empezamos a investigar cualquier recoveco, pequeña grieta o indicio que nos llevara a pensar que  que alguien hubiera enterrado algo. Las horas se nos fueron pasando y solo el vacío de nuestros estómagos nos hizo detener nuestra búsqueda.  Nos sentamos en el suelo rocoso y comenzamos a dar cuenta de la pitanza que nuestras madres nos habían preparado. Finalizados los bocadillos, Laura sacó varias naranjas, que repartió entre todos. Felipe, mi mejor amigo del verano, se puso a intentar a hacer malabares, pero con tan poco acierto que la naranja cayó al suelo y se fue rodando hasta desaparecer por un hueco que habían dejado un montón de piedras, fruto, seguramente, de un desprendimiento sucedido no ha mucho.

Nunca supe que animó a Laura a levantarse y empezar a quitar piedras, pero yo, como impulsado por un resorte, la seguí. Al cabo de un rato eramos los seis los que con grandes esfuerzos logramos ensanchar el agujero, tanto como para que cupiéramos por él. Fuimos pasando uno, por uno. Yo me quedé el último. Cuando salí al otro lado me llevé la sorpresa de mi vida. En el centro de otra cueva, esta un poco más pequeña que la anterior, había una gran caja de madera. ¡El tesoro, el tesoro! Comenzamos todos a gritar...  ¡Habíamos encontrado el tesoro de Simón "El tuerto"! Laura, quizá presa de la emoción del descubrimiento, me estampó un beso en la mejilla.

Pero nuestra alegría duró poco. Solo hasta que nos dimos cuenta de que la caja llevaba el sello de la Casa de la Moneda. Loles, que tenía la memoria de un ordenador y le encantaba ver las noticias en la tele , recordó que hacía dos meses había habido un robo de billetes en la fábrica de moneda en un traslado al Banco Nacional. Por los precintos que llevaba, todo indicaba que era esa.

Salimos rápidamente al exterior y corrimos a casa de Isa, que era la que estaba más cerca de la cueva. Una vez que dimos la voz de alarma, su padre llamó a la Guardia civil, que llevó a cabo el rescate del dinero, varios millones de euros.

Durante un tiempo la fama convivió con nosotros, hasta que poco a poco todo volvió a su cauce. Aunque recuerdo la emoción de aquel momento, no se me ha olvidado, sobre todo, la sensación del primer beso de Laura.

Han pasado los años, y otros veranos. La cueva mantiene el secreto del tesoro del "El tuerto". Los niños siguen, con la misma ilusión de entonces, su búsqueda. Entre ellos los míos, Laura y Daniel, tan aventureros como yo y tan guapos como su madre, que al cabo de los años me sigue pareciendo una diosa, si las diosas llevaran flequillo y tuvieran la piel como el caramelo.