domingo, 20 de octubre de 2019

Barcelona

Tenía cinco años cuando conocí Barcelona.

La hermana de mi padre vivía en allí, ya que su marido había encontrado trabajo en esa ciudad. Mis recuerdos son muy vagos, pero todavía siento la impresión de ver la plaza de Cataluña, con las palomas; las Ramblas,  pletóricas de gente, algo que para una niña madrileña que llegaba de un pueblo de Soria, parecía una irrealidad.  Y el mar...

Con el transcurrir de los años he vuelto bastantes veces, por ocio o por trabajo, y siempre me he sentido como en casa. Estuve en el 92 y me sentí orgullosa de la ciudad en la que se había convertido. Volví con mis hijos, ya adolescentes, a los que también les cautivó. He presentado libros y me han acogido de maravilla. Tengo grandes amigos en esa ciudad. No temo exagerar cuando digo que adoro Barcelona. 

¿Y ahora? Ver las  calles incendiadas, los adoquines arrancados, los contenedores en llamas me parte el alma. Por que no son solo piedras, ni asfalto, ni mobiliario urbano. Son lo que configura, junto con sus gentes, el corazón de una ciudad. Y ese corazón ha sufrido un infarto grave y, lo que es peor, sin sentido. La mayoría de los que se manifiestan violentamente no saben, no conocen, y menos entienden porque lo hacen, solo sienten la rabia y la frustración inyectada en vena por los que ya no saben a dónde quieren llegar a lomos de una mentira que ya no se se sostiene. 

Más de siete millones  de euros en pérdidas, lo que es peor, más de doscientos heridos sólo en esta semana por la acción de los violentos. Comercios, restaurantes, negocios, vías de comunicación colapsados por una jauría incontrolada que buscan ¿el qué? La libertad de unos presos cuyo delito está tipificado en el código penal , aunque ellos pensaban que por enésima vez enfrentarse al estado de derecho era gratis, y como no lo es , someten a chantaje a toda una población.

Tal vez esto sea el principio del fin. Tal vez el haber llegado a este extremo destape la gran barbaridad del procés, una tapadera de la alta burguesía catalana para ocultar años y años de corrupción; un instrumento para no abandonar las instituciones catalanas, desde donde controlar el dinero público, dinero con el que han estado alimentando a los que hoy copan las noticias y que alientan la lucha en la calle, y que ha contado con la connivencia de la izquierda independentista en la creencia de que ambos iban a recoger las nueces de una imposible república catalana.

Espero y deseo que las urnas  del 10N reflejen ese hartazgo de la gente de bien. Es ahí donde hay que demostrar en qué lado se está, y si es verdad que son más lo que no quieren la independencia, véase en el resultado. 

Barcelona se lo merece, España se lo merece.

Sed felices.

domingo, 13 de octubre de 2019

De hijos desobedientes y lluvia de libros

A Cicerón, Marco Tulio, político, retórico e intelectual romano se le atribuye esta  frase, allá por el siglo I d.C. : "en estos tiempos los hijos no obedecen a los padres y todo el mundo escribe libros".

Respecto a la primera parte de  la sentencia así ha sido desde el principio de los tiempos, incluso desde el Paraíso, cuando Adán "desobece" a Yaveh y se come la manzana. Los hijos por sistema desobedecen, desobedecemos,  ya que es la manera de afirmar nuestra personalidad, adquiriendo (o eso sería lo ideal), capacidad de decidir y responsabilidad. 

Lo curioso es la segunda premisa, la de la popularidad de escribir libros, que ya parece que  llamaba la atención del prócer romano, cuyos discursos, sobre todo las Catilinarias, recomiendo. Y digo curioso porque veinte siglos después parece que esa popularidad de publicar se mantiene.

Lo que no sabemos es si, entonces, ocurría lo mismo que ahora, en que la cantidad poco tiene que ve con la calidad, y mucho menos con el consumo de los libros. Cierto es que en la Roma de Cicerón abundaban los analfabetos, cosa que en el siglo XXI y en nuestro país no debe pasar, pero eso no es garantía de que se lea al ritmo que se publica.

Porque anualmentte salen al mercado más de ochenta mil libros, muchos de ellos autipublicados, que se dan de bruces con los muros de la distribución, e incluso cuando los que están en su circuíto son devueltos a las editoriales en un porcentaje de un 30%. Miles de escritores arrastran su frustación de no conseguir convertirse en quienes copan las páginas culturales, en la certeza de que su obra es digna de pasar a los anales de la historia de la Literatura.

Como directora de una editorial independiente soy consciente de que el acceso a la información, bueno en ocasiones a la desinformación, de las redes sociales, con la capacidad de animar a través de los Likes a escritores y poetas que ven en ello la reafirmación de su calidad, hace que se abran expectativas que luego no se corresponden con la realidad cuando intentan publicar.

Hablo con quienes se acercan a Ed. Ondina e intento abrirles los ojos respecto a qué pueden esperar de su libro, de su poesía en un mundo en el que la cultura se ha convertido en un campo en el que la sequía hace estragos y que sobrevive gracias a que quienes creemos en ella no tiramos la toalla. Solo hay un camino para la creación y es la calidad.

El arte como negocio se convierte en consumo rápido y en ganancias para unos pocos, que normalmente no suele ser los artistas ni los escritores, quienes se ve abocado a pagar ya sea por publicar, como por colgar sus cuadros en una galería, o yendo riesgo y ventura en un teatro, sin garantía ninguna de poder recuperar la inversión.

En fin, mis queridos lectores, que los que estamos en este proceloso mundo de la literatura y el arte debemos saber que nuestro camino está lleno de obstáculos, y pertrecharnos para saltarlos desde la consciencia y la realidad.  Solo así tendremos fuerza para seguir caminando.

Como diría el gran Cicerón en una de sus más famosas sentencias: O tempora, o mores (¡Oh, tiempos!, ¡oh, costumbres!).

Sed felices.



lunes, 7 de octubre de 2019

Lágrimas de rabia

A veces pienso si lo que hago, que intento sea coherente con lo que digo, servirá de algo.

Empiezo a no reconocer muchos y a muchos de mi entorno. Personas que han sido parte de mi vida, desde hace más de cuarenta años y que hora justifican lo injustificable, y se unen a quienes han hecho de la mentira su bandera, aunque ellos quieran defender la roja y gualda.

¿Qué hemos hecho mal los demócratas? ¿Por qué nuestro mensaje se entrella, una vez y otra, contra el muro de la falsedad y la difamación? ¿En que momento perdimos la capacidad de llegar a quienes necesitan de sus derechos y, sin embargo, siguen a los que enarbolan un nacionalismo trasnochado y sin futuro?. Sé dónde estoy, pero a veces dudo de para qué, si no soy capaz de traspasar a quienes dicen respetarme e incluso admirarme el mensaje de justicia e igualdad.

Hoy he tenido que contener lágrimas de rabia al ver las imágenes de VOX en Vista Alegre, sabiendo que una de las personas queridas por mí, amigos desde la adolescencia, estaba allí. Desconocía que era militante de esta formación ultraderechista. Cuando me dijo que había venido desde su lugar de origen a Madrid para asistir a ese "circo" no me lo podía creer. Intento justificarlo por el cansancio, por la necesidad de encontrar respuestas a una persecución que sufren por parte de otros fascistas ultranacionalistas... Pero cuando colgué el teléfono sentí que algo se rompía dentro de mí.

Él sabe que soy socialista, y tras una amistad de más de cuarenta años, nada de los valores que a ambos nos han unido en una estrecha amistad han servido para nada. Siento, como en la canción, el corazón partido entre mis principios y mi amistad.

Porque no es cierto que la política no debe romper las amistades cuando la amistad ha de basarse en valores que para mí son irrenunciables. Espero y deseo que cuando Santiago Abascal defendiera y llamara "españoles" a los violadores de la Manada mi amigo sintiera vergüenza de encontrarse allí.

No obstante, hoy siento que mucho de mi esfuerzo se ha convertido en agua derramada en un cesto. Y me siento cansada, y no puedo contener las lágrimas llenas de rabia e impotencia.

Sed felices por mí.