viernes, 25 de diciembre de 2020

¿Vinieron los tres fantasmas, mister Scrooge?

 Ante todo: ¡Feliz Navidad!

Me niego a desperdiciar cualquier oportunidad para desearos que seáis muy, muy felices, aunque sea con esa felicidad cosida a pequeñas puntadas, doméstica, a través de quienes nos acompañan y rodeados de pequeñas cosas. Tal vez, estas circunstancias que vivimos nos hagan ver, como a mister Scrooge la auténtica realidad.

Soy una fan impenitente del cuento de Dickens, creo que todo el mundo lo conoce. Me parece que el escritor inglés supo reflejar en esa larga parábola lo que al final es la esencia del ser humano y que, una vez y otra, seguimos olvidando. Nada importa si no tenemos con quien compartir.

¿En qué momento el avaro Scrooge decide que su vida será la soledad? Difícil de determinar, pero quizá cuando lo material, aquello que valoramos tanto, se convierte en el epicentro de su vida, borrando todo lo demás, que, bajo su criterio solo son ¡Paparruchas!

Sé que este tiempo navideño para muchas personas son más que una pérdida de tiempo, incluso hay quien la clasifica de "rancias". Tal vez sea, entonces, no se paran a pensar que hay realmente de trás, que nos empuja a muchos y a muchas celebrar estas fechas. En mi caso recibir, pero sin miedo, a esos tres fantasmas que me vienen a visitar cada año, pero en este caso con cálidas y esperanzadoras imágenes.

Ayer, en la cena de Nochebuena, en casa de mi hijo mayor el fantasma del pasado me recordó aquellas noches en la que no era yo la cocinera, sino mi madre o mi abuela, mientras mi padre cantaba villancicos con mis hermanos y conmigo. Recordaba las sonrisas, la luz tan especial y los abrazos de mi abuelo. Luego, el de las navidades presentes se sentó con nosotros a la mesa y me susurró al oído: "qué afortunada eres", mientras señalaba a mis nietos Martina y Adrián.... 

Volviendo a casa, recorriendo las calles silenciosas, pero iluminadas por las luces navideñas, pensé en Mister Scrooge, y me di cuenta de lo que valen esas ¡paparruchas!, aunque cuesten pocas monedas... Vivir el pasado con cariño, el presente con agradecimiento... Y en una esquina me pareció ver a mi fantasma del futuro que me guiñó un ojo y me sonrió... 

No sé si alguno de vosotros, mis queridos lectores, os han visitado vuestros fantasmas anoche. Si ha sido ha sido espero que también, como a mí, os hayan mostrado que, a veces, hay que ser un poco ingenuo y creer en la magia de unas fechas que hace, como ahora, estar cerca a pesar de estar tan lejos...

Por cierto,  al todos los "otros" mister Scrogge, esos que no son capaces de renunciar ni un día a la amargura y al rencor,,, , ¿vinieron a verles los fantasmas?


Sed felices.

(Ilustración (c) Elena Muñoz. 2020)

domingo, 13 de diciembre de 2020

ENTREVISTA A ELENA MUÑOZ Y LA TRILOGÍA DEL VIENTO

Recupero la entrevista que me hicieron con ocasión de la presentación de la última novela de la Trilogía del viento: EL HURACÁN Y EL DESTINO. Una manera de conocer mi obra.

 

 

Entreletras ha conversado con la autora con motivo de la publicación de su última novela

 

-Con ‘El huracán y el destino’ pone fin a la trilogía iniciada con su novela ‘Como el viento en la espalda’. ¿Cómo nació el proyecto de escribir estas tres novelas, fue algo ideado desde el principio o se fue forjando sobre la marcha?

 La verdad es que cuando inicié la escritura de COMO EL VIENTO EN LA ESPALDA nunca pensé en que llegara a ser una trilogía, ni siquiera una novela. En un principio era solo un relato en el que volcar una serie de experiencias a través de la ficción. Pero llegado un número de páginas concretas la historia parecía pedir más y nació la primera novela. Curiosamente, mientras me documentaba para este libro se me cruzó otra trama que, unido al interés suscitado por la protagonista, Marta Nogales, me llevó a escribir VIENTOS DEL PASADO, EL SECRETO TRAS EL CUADRO. Ya había nacido la trilogía que se cierra con EL HURACÁN Y EL DESTINO. Envolviendo a las tres ese elemento común que es el viento, por el que siento una atracción especial, ya que es solo visible a través de sus efectos, como las emociones que despierta la música, la poesía o cualquiera de las artes. No obstante cada una de las novelas es independiente en su lectura.

 - Sin desvelar más de lo necesario ¿qué puede decirles a los lectores para que se sumerjanen las páginas de esta nueva novela de Elena Muñoz?

 Siempre digo que escribo la literatura que a mí como lectora me gusta. Mis novelas siempre tienen como objetivo entretener, que los lectores disfruten con mis tramas, aunque de vez en cuando los capítulos estén trufados de reflexiones ante la vida, ante los sentimientos. Me preguntan a veces en qué género encuadrar esta novela ( y las anteriores), y, aunque lo más socorrido sería colocarlas en la “estantería” del misterio, creo que es algo más, un poco como la vida misma, que no deja de ser una puzle de amor, dolor, misterio y humor. Con todos esos mimbres nace EL HURACÁN Y EL DESTINO.

 - Usted juega en las novelas de esta trilogía con diferentes planos temporales, para desarrollar un hilo narrativo donde el destino de sus personajes parece estar condicionado en el presente, casi sin remedio, por los sucesos de un pasado a veces muy lejano. ¿Qué le llevó a optar por esta técnica narrativa?

 Tengo que reconocer que para mí el tiempo es un elemento literario (y vital) fundamental. Mi camino en la literatura de ficción se inicia a una edad madura, cuando mi mochila de experiencias está bastante llena. Soy de la opinión de que somos fruto del pasado, no solo inmediato, sino del pasado de nuestra familia, de nuestra generación, de nuestro país, y creo que es importante construir el presente teniendo en cuenta este principio. Mi protagonista, Marta Nogales, durante los tres libros recorre un camino en el que ha de desprenderse de mucho de su pasado para sentirse libre, pero ha de hacerlo sin rencor, que es lo más difícil. Yo no soy partidaria de olvidar, soy partidaria de recordar sin sufrimiento.

Desde el punto de vista de la técnica, este juego pasado-presente me parece que da dinamismo a la narración, más que si fuera lineal, aunque he de reconocer que presenta cierta dificultad, porque yo escribo tal y como la novela irá editada y llegará al lector, y en el mismo orden de capítulos.

 - En sus obras se mezclan también personajes entresacados de la Historia y otros que surgen de la ficción. ¿Cómo elige y construye los personajes de sus novelas?

 Reconozco que la construcción de personajes es lo que más me divierte. Intento que sean personas reconocibles, dándoles elementos físicos y psicológicos que, aunque se adecúen al perfil que necesito para la trama, pudieran ser semejantes a un vecino, a una prima o al tendero de la esquina. La protagonista, Marta Nogales, nace como la voz que necesitaba al principio de ese relato finalmente convertido en novela. Los demás van surgiendo desde un esbozo hasta convertirse en cada uno de ellos, con nombres y apellidos. A veces la convivencia con ellos no es fácil, porque tienen cierta tendencia a ir por libre, algo que a quien no está familiarizado con la escritura le parecerá mentira. Como anécdota diré que a mitad de esta última novela uno de los personajes “se me volvió” bueno.

 - ¿Hay algo de autobiográfico o de sus experiencias personales en sus obras?

 Claro, siempre lo hay, sobre todo porque entiendo la literatura como una extensión de mi propia vida. Eso no quiere decir que las acciones que aparecen sean experiencias reales (yo no he matado “todavía” a nadie), pero si están tamizadas por la visión personal de esta autora. Es imposible mantenerse aséptico y objetivo. Si debo señalar que la primera, COMO EL VIENTO EN LA ESPALDA, es la que tiene más elementos personales, aunque la historia es ficción. Tampoco se puede remediar que quien te conoce encuentre o se pregunte si lo que sucede en las novelas te ha pasado a ti. Me han llegado a decir  lectores que a Marta Nogales le ponen mi cara y mi voz.

 - La historia y el arte con mayúsculas son elementos muy presentes en estas novelas. ¿Supongo que tiene que ver con su formación académica?

 Sin duda ninguna, decir lo contrario sería mentir. Esa es una de las grandes ventajas que tenemos los escritores: poder disfrutar con aquello que amamos. Yo soy una pintora frustrada, y, aunque escribo desde hace años, mis recuerdos infantiles más felices siempre se relacionan con la pintura y el dibujo. La Historia me fascina por lo que ya he dicho, porque soy una mujer de muchos “por qués” e indagar en ese pasado me ha llevado a comprender muchos “ahoras”. Mi imposibilidad, por negativa paterna, por ingresar en la escuela de Bellas Artes me llevó al estudio de Historia del Arte, y como es una de mis pasiones no pierdo la oportunidad de compartirla desde cualquier medio.

 - Como escritora ha demostrado su versatilidad en diferentes géneros literarios: novela, poesía, teatro,...¿Tiene predilección por alguno de ellos en concreto? ¿La temática o el argumento que quiere desarrollar en cada momento influye en su elección?

 No sé si será muy ortodoxo decir esto, pero para mí el objetivo es contar historias y producir emociones y sensaciones. Cada género es diferente, como si fueran modelos de zapatos diferentes, pero con todos me siento cómoda. Sigo sorprendiéndome por haber publicado poesía, porque de todos los géneros es el que más respeto me produce, pero reconozco que es en el que me siento más libre. La narrativa me apasiona, pero me pide tiempo y trabajo. El teatro me divierte muchísimo, aunque también es un género muy complicado porque el tiempo y la acción se han de controlar muy bien. No sabría decir que me impulsa a contar algo de forma diferente. Tal vez eso solo, expresar, decir, llegar, desde mi propia voz o desde otras voces; desde un libro o desde un escenario.

 - Mirando ahora con la perspectiva que proporciona el tiempo y con su nueva novela ‘El huracán y el destino’ ya en las librerías ¿qué balance puede hacer de esta trilogía?

 He de decir que me ha hecho disfrutar de momento maravillosos con su escritura y, posteriormente, en el contacto con los lectores. Para una escritora como yo, que amo la literatura, el haber tenido la oportunidad de llegar a tantos lectores con mis novelas es un sueño cumplido. Espero que el HURACÁN Y DESTINO no defraude las expectativas que los seguidores de la saga han puesto en ella.

 

La trilogía del viento completa se puede adquirir a traves de las novelas que la componen de manera individual. El envío a domicilio es gratuito.


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domingo, 6 de diciembre de 2020

Feliz día de la Constitución

Los hombre y mujeres de buena voluntad hacemos, permanentemente, un  ejercicio de respeto, de entendimiento de saber que pensar distinto no debe ser un delito.

Las mujeres y hombres de buena voluntad sabemos que todos y todas tenemos derechos  que nos amparan y deberes que facilitan el amparo de los más vulnerables.

Las mujeres y hombres de buena voluntad sabemos que el estado debe proteger a través de los servicios público la salud, la educación, el bienestar social de todos y todas porque es justo.

Los hombres y mujeres de buena voluntad sabemos que la soberanía reside en el pueblo español, a través de sus representantes elegidos democráticamente, porque la democracia es el sistema que nos hemos dado para proteger esos derechos que a todos nos amparan.

Los hombres y mujeres de buena voluntad sabemos que España es una, pero también es plurarl y diversa y que eso nunca ha de dividir sino enriquecer nuestra visión territorial, protegiendo esa diversidad como un tesoro.

Los hombres y mujeres de buena voluntad sabemos que los poderes públicos han de estar al servicio de la ciudadanía y no al revés.

Y sabemos todo esto porque tenemos una Constitución que nos lo garantiza, que ampara nuestros derechos y controla nuestros deberes, y protege la unidad y la diversidad. Que no se nos olviede.

FELIZ DÍA DE LA CONSTITUCIÓN.

domingo, 29 de noviembre de 2020

María Elena o Elena

 En mi época (qué tipica expresión que suele indicar que ya una tiene sus añitos), a casi todas las niñas nos bautizaban con el nombre elegido por nuestros progenitores, abuelos o padrinos (en estos dos últimos casos solían coincidir) precedido del María. La invocación del nombre de la Virgen era, creo yo, obligatoria para blindar una vida en la que se ahuyentara la tentación de esa nueva cristiana.

Pues bien, yo no soy una excepción. Mi nombre es María Elena, aunque desde los seis años para quienes no formaban parte de mi núcleo familiar soy Elena. Y, curiosamente, quienes me quitaron el María fueron las monjas en el colegio al que fui cuando volví de Soria. No se sabe por qué extraño ensalmo el primero de mis nombre desapareció de las listas  y pase a ser simplemente, como antes he señalado Elena Muñoz, eso sí, sin "H", ya que la letra muda como inicial hubiera parecido algo pagana entonces. Ese hecho me importó muy poco porque de nunca me gustó en exceso mi nombre, me parecía un poco largo y algo cursi. La verdad es que nunca estuve destinada a él, azares del destino hicieron que finalmente me llamaran así... Pero eso es otra historia.

No sé si estas dos maneras de nombrarme tiene algo que ver con esta especie de dualidad con la que a lo largo de mi vida me he sentido: por una parte formal y racional, por otra transgresora. De hecho, mis obras literarias, mis libro acogen como nombre de autoría Elena. Por ello, tal vez por apearme del María, escudo exorcizante, la tentación ha sido en ocasiones absolutamente inevitable, teniendo que acudir al remedio que Oscar Wilde propuso de  caer en ella.

Al cabo de los años, y cuando me encuentro en la situación de asumir las responsabilidades de una concejalía de gobierno vuelvo a ser María Elena. Las administraciones me exigen que firme y rubrique los decretos, las propuestas, las providencias con el nombre que aparece en el DNI, el auténtico. A parte de esto pocas personas quedan que me llamen María Elena, solo mis hermanos, y, de vez en cuando alguna cuñada... Para todos los demás el María no existe. Mis nietos me llaman abuela Elena.

En fin, mis queridos lectores, quizá este post os parezca de interés mínimo, pero trata de esas pequeñas circunstancias que en ocasiones hacen reflexionar sobre algo tan posiblemente trivial en torno a cómo te llaman o te llamas, que en mi caso ha fluído a lo largo de mi vida y es ahora cuando se cierra el círculo. 

Sed  felices...


 

 


domingo, 22 de noviembre de 2020

Egoísmo poético

Hablemos de poesía.  ¡Ah! Pero si la poesía no vende, no se lee… Y esto… ¿Por qué?

  Si  fuera capaz de contestar a ese interrogante poetas y editores ya me habrían hecho rica, pagándome sustanciosas cantidades de dinero para que revelara la respuesta a esta constante pregunta. Obviamente no tengo la fórmula magistral pero creo, que como en tantas cosas, existe una pésima pedagogía frente a la lectura de poemas, culpa a veces de algunos poetas que se sienten dichosos de formar parte de una élite de malditos. 

Es curioso constatar como  en las edades más tempranas son muchos los adolescentes que vuelcan toda su sensibilidad acrecentada hormonalmente escribiendo poemas, que en la mayoría de los casos no son más que ripios. No obstante consiguen el resultado de paliar esos males de amores que hace que se desangren en romanticismo.

Pero poco a poco, con el pasar del tiempo, esa cercanía a la poesía se va convirtiendo en distancia y aquellos que permanecen en ese afán de querer convertir sus palabras en lírica van siendo los menos, pasando al club de la minoría. La poesía no se entiende, dicen algunos. La poesía es para cuatro frikis, dicen otros… El caso que los unos por los ajenos, la casa sin barrer.

Siempre me he considerado narradora, una buena narradora en opinión de algunos. Por eso cuando empecé a escribir poesía, hace unos cinco años, fui la primera que me deje llevar por una especie de asombro y entonces me hice la segunda pregunta del millón : ¿por qué escribir poesía? A pesar de que podría haber varias respuestas,  las resumiría en dos: para poder expresar las emociones y para comprender  cuál es el resultado en mí de esas emociones.

El acto de escribir poesía es egoísta, el la supremacía del YO. No existe entrega al lector, como en la narrativa, de una historia. En un poema se vierten las emociones para poder sentirlas, tocarlas, olerlas, y volverlas a hacer mías. Es el refugio que nos aisla del mundo, pero, a la vez , nos ayuda a entenderlo a través de la visión que de él procesamos en nuestros versos.

Entonces, ¿cuál es el milagro de la poesía? Pues que en ese proceso egocéntrico, repito, cuando los versos se trasladan al libro o la rapsodia en un recital y, por no sé sabe qué causalidad, llegan al centro del que lo lee o escucha se produce una sinapsis, como la de las neuronas cerebrales, pero en este caso emocional. Algo parecido a la colisión de dos planetas, que forman la razón de ser del poema. Y ya no es mío, sino de los demás, creando más egos poéticos.

Queridos lectores: sed egoístas y leed poesía. Daros ese gustazo, vivir ese placer; paladead las palabras, degustad las imágenes, miraros vuestro ombligo literario. Pensad en el gran Bécquer cuando dijo que “podrá no haber poetas, pero siempre habrá  poesía”.

 

domingo, 15 de noviembre de 2020

Amor en tiempos de pandemia

 Hace unos días, mis queridos lectores, tuve ocasión de escuchar una noticia curiosa, con ciertos matices de "frikada", como se dice ahora.

Parece ser que la filiación a las páginas de contactos  ha experimentado una sustancial crecida en estos meses posveraniegos y otoñales. La razón, dicen los expertos, reside en que ante la posibilidad de tener que abordar un nuevo confinamiento total,  de esos que solo puedes salir a la compra, a pasear al perro, o a tareas esenciales, muchos que hasta ahora se planteaban la "soltería" o ser "singles", dicho de manera  cool, las pasaron canutas durante el estado de alarma, más aburridos que una ostra. Es comprensible por tanto, que escaldados como gatos que huyen del agua fría, quieran remediar esta situación, previendo que el siguiente confinamiento sea más llevadero.  

Ante esta situación me planteo ciertas cuestiones. ¿Habrán cambiado los parámetros de coincidencia? Tal vez ahora sea una gran ventaja saber hacer bizcochos, u otros bollos, incluso conocer un buen sustituto de la levadura si es que empeza a escasear en las tiendas, o si tiene buenos armarios capaces de almacenar cantidades ingentes de papel higiénico. Así mismo puede ser muy valorable estar suscrito a una de las plataformas de TV que nos ofrecen series y más series de todos los tipos y gustos. Para los más selectos puede caber también que en el domicilio elegido para confinarse haya una buena biblioteca. Y sin duda el Top será una conexión a internet que no se cuelgue si están teletrabajando dos a la vez.

Sí, ya sé, mis queridos lectores, que pensaréis en dónde dejo los sentimientos, la atracción, la química... Bueno, eso es importante cuando los acontecimientos son, vamos a llamarles, normales, pero, no cabe duda que ante semejante reto hay que dar una vuelta de tuerca.

Decía Gustavo Adolfo Bécquer que la soledad es buena si tienes a quien contarlo. Yo estoy completamente de acuerdo. Por ello me parece absolutamente comprensible que haya quien se cura en salud y quiere, ante esta época tan incierta, unir su soledad a otra soledad, y , quién sabe, tal vez esta pandemia sea la cómplice involuntaria de grandes historias de amor.

¡Llamadme romántica!



domingo, 8 de noviembre de 2020

TEATRO

 Ayer, después de nueve meses volví a pisar escena. Fue como encontrarme de nuevo con un íntimo amigo, con un cómplice, o con un amante que durante hora y media es tu mundo. Apenas treinta personas en el patio de butacas, pero para las actrices y los actores representaban mucho,  representaban todo. 

Durante estos meses hemos tenido que renunciar a lo que era nuestro mundo cotidiano, a nuestras rutinas, a lo que parecía lo más habitual, para transformarlo en un acto de ciudadanía responsable. Tanto en el día a día como en esas otras actividades que aún se hacen con cuentagotas.

A pesar de las paranoias de Ayuso, no hay ninguna conspiración que nos lleve hacia un estado totalitario, sino la lucha contra una pandemia (qué pereza tener que reptirlo una vez y otra), cuya solución, antes de que llegue la vacuna es cumplir con lo establecido. La función de ayer fue una muestra. Mientras no hacíamos nuestra escena (la obra lo permitía) nos manteníamos con la mascarilla puesta, mascarilla encargada a juego con el vestuario. Era molesta, sin duda, con el calor de los focos, pero era, también lo que debíamos hacer. Ya, al llegar, nos tomamos todos la temperatura.

Ya lo he reptido mil y una vez. Todos estamos cansados, muy cansados, es cierto, pero de nuestra capacidad de resistencia dependen muchas cosas, `muchas personas... Todo un país.

La función ayer en San Blas es la muestra de que, sin recuperar del todo esa vida nuestra anterior, podemos abrir ese pequeño rincón para volver a hacer aquello que nos gusta, sin poner en riesgo a los demás. Al contrario que en el teatro, el Covid no es ficción,  ni desaparecerá al bajar el telón.

Sed felices.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Soneto para un 1 de noviembre con permiso de Bécquer y Espronceda

Este título tan largo no es más que una justificación y una mención a dos de mis autores favoritos del Romanticismo español y que a mí, particularmente, me seducen poderosamente.

Me gusta la noche, me gusta la luna, me gustan las tormentas (siempre que esté al resguardo). Desde muy pequeña me atrajeron los relatos del espíritus, del más allá.  Soy de grandes pasiones y, a veces de importantes melancolías... Necesito sentir el pulso de sentirme persistentemente enamorada.

Es decir que soy una romántica emperdernida, pero muy alejada de las historias melífluas, de amores empalagosos. Romántica hasta los tuétanos, pero a la manera de aquellos escritores y poetas que se expresaban con libertad, que adoraban la naturaleza y se entregaban a ojos cerrados a la imaginación. 

Por eso hoy, Día de Todos los Santos, me permito recuperar este soneto escrito hace algunos años, y pido disculpas de antemano a aquellos grandes que admiro por esta osadía de querer rozarles con la punta de los dedos.

ADIÓS

El rostro de negros tules cubierto
como negras también las vestiduras.
En el cielo unas nubes tan oscuras
presagian el aguacero como cierto.

El muro presenta el nicho abierto,
triste imagen que la oración conjura
rezada con murmullos y premura
por deber, sin orden ni concierto.

Ya la viuda doblada la cintura
llora ante aquel que yace muerto,
y acaricia la madera con dulzura.

El aire sopla, como la Parca, yerto.
La soledad será ya su clausura,
recuerdo, ceniza en un desierto.

 

(c) Elena Muñoz. Reservados todos los derechos.

domingo, 25 de octubre de 2020

MANERAS DE TOMAR CAFÉ

 

 (UNA HISTORIA QUE PUEDE SER REAL ...O NO)

Pues venía yo para acá, en el metro, pensando en qué os iba a contar, mis queridos lectores, porque sé que es difícil hoy en día contar algo que cause cierta sorpresa o admiración, dadas las circunstancias que nos acontecen, en el que es más habitual que sea el niño el que muerda al perro que viceversa.

Bien, pues ya les digo que iba a paso ligero haciendo el transbordo desde la línea 9 a la 1 cuando un señor de buen aspecto, pelo cano y traje bien cortado me ha detenido con un “perdone, señorita”. Yo me he parado al instante, pues a mí edad que le cambien el señora por el señorita es un halago, sobre todo llevando mascarilla.

“Dígame, caballero”, he respondido igualmente con educación. “¿Le podría hacer una pregunta?”… Me he quedado un tanto indecisa, sobre todo porque dadas las circunstancias se me asemejaba que podría ser un comercial.

“Bueno, si no es muy complicada…Tengo un poco de prisa”. El caballero me ha mirado con cara circunspecta, como si la situación fuera la contraria y la pregunta anduviera más cercana a la física cuántica que a otra cosa.

“Mire, necesito que alguien ajeno a mi familia, a mis amigos, me responda, es ya algo vital para mí”. La verdad es que me ha dejado un poco agobiada, así que le  he dicho: “bueno, dígame”…

Ha cogido aire, como el que se lanza a una piscina sabiendo que el agua está fría y me ha preguntado: “¿A usted el café como le gusta, en taza o en vaso?”…

Os tengo que decir que me he quedado estupefacta. Por dos razones: una porque no me esperaba la pregunta, otra porque me había dado cuenta en un segundo de que la gran diferencia en la sociedad actual no es la política, ni la religión, ni que te guste o no Juego de tronos. Lo que abre un sima igual a la fosa de las Marianas es el tomar el café en taza o en vaso.

¿Qué hacer? ¿Debería contestar, arriesgándome a que fuera del otro sector?... Intenté de un vistazo buscar pistas, pero por desgracia los vasocafeteros y los tazacafeteros no nos diferenciamos externamente.

Vi que no tenía escapatoria. “¡Qué caray, dije, soy tazacafetera y no puedo renegar…” He plantado firmemente los pies en el suelo, me he erguido en toda mi estatura, que tampoco es mucha, y he dicho marcando las sílabas: EN-TA-ZA…

Entonces, su reacción ha sido todavía más inexplicable. Sus ojos se han llenado de lágrimas, una dulce sonrisa ha iluminado su cara y un  “usted también” ha salido como un susurro de sus labios.

Y como una revelación lo he comprendido.  Cada vez somos menos. Antes ibas a una cafetería y tenía que decir que lo querías en vaso,  después pasaron a  preguntar, al pedir un café, si en taza o en vaso. Ahora es al contrario. Si no lo específicas te ponen un vaso de caña de vidrio, que quema como los demonios los dedos al cogerlo y cuya estrecha boca te pega en la nariz, y hace que el líquido se te venga encima. Vasos uniformes, rayados por el lavaplatos, mates… Nada de tazas regordetas con su asa que te permiten cogerlas con elegancia, y cuyo amplio borde te deja tomar el líquido a pequeños sorbos. ¡Ah! Pero, me dicen, en el vaso cabe mejor la  porra o el churro… ¡Dios, habrase visto razonamiento semejante! Qué churro, o que porra o que niño muerto si a mí lo que me gusta es la tostada con mantequilla y mermelada.

En fin, para no cansaros más. Esta coincidencia de ser una especie casi en vías de extinción ha hecho que el caballero del metro, Faustino se llama, y yo hayamos quedado para vernos mañana a tomar café , cita que se irá repitiendo por distintos bares y cafeterías, reclutando para nuestra causa a quienes veamos tomarlo en taza.

A propósito, ustedes, ¿cómo toman el café?


 

 

domingo, 11 de octubre de 2020

El día de las niñas, sembrando igualdad

 Hoy, 11 de octubre se celebra el Día Internacional de las niñas y las adolescentes.  

Las mujeres y las niñas siguen sufriendo en todo el mundo desventajas en muchas esferas, como la salud, la educación, la participación política y las oportunidades económicas, enfrentándose día a día a graves amenazas para su bienestar y sus derechos. El matrimonio infantil, la mutilación genital femenina, el embarazo adolescente o la violencia de género están afectando de manera irreversible a la vida de millones de niñas. Unas vulneraciones de derechos que se recrudecen en contextos de emergencia como el que estamos viviendo.

Quizás a muchos de nosotros, mis queridos lectores, esto nos quede lejos. Nuestras hijas, hermanas, nietas, sobrinas, crecen en un entorno acogedor, igualitario, lleno de oportunidades, pero no es así en otras muchas partes del mundo. Cuando nos asomamos a  la triste realidad las cifras nos saltan a los ojos. Es por esto que debemos pelear por los derechos de las niñas para que puedan ser mujeres con derechos.

En este año de 2020, absorbido por la pandemia, conmemoramos los 25 años desde la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing : la agenda global para promover los derechos y el empoderamiento de las mujeres y las niñas a nivel mundial. Junto a esta importante guía se unen otros esfuerzos como puede ser Generación Igualdad , una campaña que se lanzó a principios de 2020 y que abarca varios años. Se trata de un programa por una acción audaz sobre la igualdad de género con una narrativa clara y acciones relacionadas con las necesidades y oportunidades de las adolescentes, así como posibles soluciones a sus problemas.

Nos puede parecer que no hay nada más allá de esta  situación sanitaria, pero sí lo hay, y puede ser terrible, pues suma a esta situación del covid la desigualdad, la violencia y la discrimanación.

Yo fuí una niña con oportunidades, amada por mi familia, con oportunidades para estudiar, criada en un ambiente que me ha hecho, con todas mis debilidades y fortalezas, la mujer que soy, y de la que, por qué no decirlo, me siento satisfecha. Todas las niñas deben tener esas mismas oportunidades que yo tuve, todas... Y más.

Sed felices.

 (Fuentes: ONU y Unicef)

domingo, 4 de octubre de 2020

Tenerse en pie

 Cuesta bastante más tenerse en pie que dejarse caer, mucho más. Un acto de voluntad que precisa de mirar más allá de acá, de lo más cercano, para pensar en que somos capaces de vislumbrar la línea del horizonte.

Hoy es otoño, aunque el verdor aún no se ha perdido. La capota gris de las nubes cierra mi visión desde la ventana, que se convierte en ese ojo que me permite pulsar lo que me rodea. Y me siento a escribiros, mis queridos lectores, aunque con el sentimiento de haber perdido la magia, la ilusión o el entusiasmo que me ha llevado otras veces al teclado.

Los días se hacen una cuesta arriba, en la que cargamos el saco de piedras de la incomprensión de lo que nos rodea, de lo que nos sucede. Hay veces que me siento como una hormiga que reconstruye una y mil veces el hormiguero que una y mil veces pisotean sin misericordia.

Cuesta bastante más mantenerse en pie que dejarse caer, mucho más. De hecho, a diario, nos encontramos con quienes se rinden, o mejor se entregan como prisioneros, pensando que es mejor aliarse con el diablo que presentar batalla.

Amanezco cada día con el deseo de que aparten la copa de los problemas, de las injusticias, de la insolidaridad, llena de agua amarga a veces y, otras, salada como las lágrimas. Y sin embargo, cada día, me vuelvo a pertrechar con la voluntad,  en la seguridad de que si me dejo caer, si no me tengo en pie, tal vez yo consiga descansar, pero traicionaré lo que siempre han sido mis valores,  a los que me quieren y me han traído hasta aquí.

Mientras escribo un rayo de sol se abre paso y se refleja en los cristales. Todo, de repente se hace luz, casi  la de una revelación que me dijera que quienes hemos nacido para mantenernos en pie no sabemos caer más que una vez, la última y definitiva, para siempre.

Porque, aunque cuesta más que caer, me mantengo en pie. Y  sé que estáis ahí, firmes, acompañandome en este sendero que, aunque no deseado, caminamos juntos. 

Sed felices.


sábado, 26 de septiembre de 2020

POLÍTICOS (AS)

 "Todos los políticos son iguales", "si les quitáramos los sueldos a los políticos se acababa la crisis", "los pólíticos son innecesarios"... Estas tres frases son solo un ejemplo de las muchas que pululan por los "mentideros" en los que se han convertido las redes sociales. Me vais a permitir, aunque solo sea por alusiones, me váis a permitir digo, que refute todas.

Los políticos no somos una especie aparte, sino que llegamos a esta actividad desde muchos lugares: nuestro municipio, nuestra región, el sindicato, etc. Y lo hacemos porque nos hemos dado un sistema democrático de representación en el que los tres poderes del estado se llevan a cabo a través de los representantes (valga la redundancia), elegidos por el pueblo soberano, como así señala la constitución vigente.

La política no es una profesión, sino un servicio que se ejerce y para el que eres elegido por considerar que eres adecuado para  ejercerla (redundancia válida de nuevo). Muchos de los que realizan este servicio ni siquiera son remunerados y lo acompasan con su trabajo habitual. Otros, por el tamaño de la administración o el lugar en que lo llevan a  cabo han de "liberarse" para dedicar el mayor tiempo (en ocasiones casi todo) a ese servicio  y por tanto han de tener un salario.

Eso no significa que nuestra vida cambie. En mi caso sigo viviendo en una casa de protección oficial, en el mismo barrio al que llegué hace 33 años. Mis costumbres (pandemia aparte) siguen siendo las mismas antes de ser concejala, y mis amigos y mis conocidos también.

No, no todos los políticos somos iguales porque no nos han impulsados los mismos intereses. Quien dice eso no se ha parado ni un momento a reflexionar y a conocer quién es la persona que está detrás del cargo. Tienen hijos, nietos, pareja, amigos, risas y llantos... Y sobre todo están ahí porque han sido elegidos, repito, para representar a la ciudadanía.

Tal vez si nos diéramos cuenta de que ciertos políticos son el reflejo de una parte de la sociedad haríamos un juicio más justo. Porque, y eso lo hemos visto una vez y otra, no ha importado la corrupción, ni la falsedad, ni tan siquiera la deslealtad, para que ciertos personajes, ciertos partidos hayan sido votados una vez y otra, aún ha sabiendas del perjuicio que ocasionan al bien general.

No, repito, no todos los políticos somos iguales, como tampoco son los maestros, ni los médicos, ni los abogados. Hay políticos (as) que nos creemos a pies juntillas que lo nuestro es un servicio a la sociedad mientras otros(as) que piensan que la sociedad está a su servicio. Eso es todo.


Sed felices.


viernes, 18 de septiembre de 2020

PONGAMOS QUE HABLO DE MADRID

 Llego a mitad de septiembre sin haber hecho ninguna entrada en este blog mío, espejo de mi vida cotidiana y de mi pensamiento. El tiempo, en ocasiones, parece que se acorta, como una mala prenda que encoje en la lavadora.

Son días de desasosiego e incertidumbre por los que camino como si siguiera un sendero lleno de trozos de cristal y yo fuera con los pies descalzos. Lo peor es que no existe un atajo, ni otra manera de alcanzar un horizonte difuminado por esta pandemia que nos tiene a


bducidos, separados de lo que siempre ha sido nuestra vida, la propia, aunque estuviera llena de luces y sombras.

Se agota el optimismo porque no tiene recambio, sino la cantinela persistente del desastre contínuo. Lo peor es que también se une la impotencia de saber que estamos al albur de la incapacidad, de la falta de criterio ante una crisis que no hemos conocido nunca.


¿Qué podemos hacer? ¿Dejar que el tiempo pase en un demencial "sálvese quien pueda"?

Puedo reconocer, mis queridos lectores, que ante esta situación, en ocasiones, como ciudadanía no hemos dado todo lo que podría ser (la indisciplina es tentadora), pero en este momento culpar al sursum cordam , con argumentos maniqueos, incluso racistas es total y absolutamente torticero.

Si hay algo que la sociedad tenemos obligación de preservar es la salud, la nuestra y la de los demás. Confiamos en los poderes públicos para que así se haga, y cuando estos no cumplen hay que cambiarlos. En este caso, pongamos que hablo de Madrid.

Ayuso no va a dimitir. No lo va a hacer porque sería reconocer su culpabilidad de unos hechos que no son tan inanes como robar un lápiz de labios o un perfume en un centro comercial. Es asumir las consecuencias de unas políticas llevadas a cabo por sus antecesores, y que, nunca nos cansaremos de decirlo, han esquilmado los servicios públicos hasta no dejar más que unos huesos esqueléticos.Ahora pide ayuda al Gobierno de España, al que han tachado de ser el culpable de todos los males, en vez de reconocer que no puede ni sabe. 

No tengo otras palabras que estas que hoy os llegan, grises y oscuras como este día de final de verano. Tal vez por eso he tardado en asomarme a este espacio: no encontraba, como antes, la manera de transmitir esperanza, más allá de negarme a tirar la toalla y de mi firme propuesta seguir trabajando para salir de este  vórtice demencial

Mientras, cuidaros mucho, seguid creyendo en los valores que nos unen y sustentan. No hay otra.


domingo, 30 de agosto de 2020

FUTURO...¿QUÉ FUTURO?

El futuro, esa palabra que nos proyecta más  allá del momento que estamos viviendo y, sin embargo, es causa de ilusión y de alegría en unos casos, o de estrés y ansiedad en otros.

El futuro positivo está absolutamente ligado a la imaginación. Para muchas personas, sobre todo para quienes se sienten creadores, y llevan a cado sus ideas a la realidad. Ese futuro, aún siendo sencillamente una proyección de nuestro presente es muy positivo. Nos impulsa a movernos, a avanzar, a llegar a esa meta que un día solo estaba en nuestra mente, pero que hemos hecho realidad a base de etapas, con la suma de ahoras.

Sin embargo, en otras ocasiones, el futuro se convierte en la proyección de todos nuestros temores, aliñados con las experiencias negativas que nos sucedieron en el pasado. Esa imaginación, que puede ser, como ya he dicho, impulso creador, se convierte en la cárcel que guarda el miedo. Entonces contemplamos el futuro con ansiedad, convirtiendo el presente, ese  tiempo único real en angustia propia y ajena. Sí, también ajena, porque en ocasiones ese estrés ante una situación futura no proviene de una propia experiencia sino de lo que supone que nos puede pasar si nos sucede lo que sucedió a otros.

No quiero que se confunda, mis queridos lectores, la falta de proyección negativa hacia lo que puede venir, con el exceso de temeridad que nos puede llevar a cometer un error para nosotros y para los demás. Pero no podemos vivir con la constante amenaza de lo que nos puede pasar, sino con la realidad de lo que nos está pasando y de cómo, a tenor de  ello, debemos actuar.

Lo que venga tendremos que afrontarlo, no cabe la menor duda, pero si antes nos hemos estado desgastando, pensando lo peor, cuando tengamos que ponernos delante de ese nuevo reto, no estaremos en las mejores condiciones y, por tanto, nos encontraremos con dificultades para salir adelante.

"Que Dios no te mande todo lo que puedas soportar", dice ese pozo de sabiduría popular que es el refranero. Pues eso, en ocasiones somos nosotros los peores jueces de nosotros mismos, hurtándonos la realidad de sentirnos bien ahora frente a la posibilidad de lo que nos puede venir, pensando que nos superará.

No es cierto que un pesimista sea un optimista bien informado. Esa es la justificación que se dicen a ellos mismos, aquello cuya postura vital recuerda un poco al del pollito Calimero, aquel que todavía no había salido del cascarón, la vida le parecía una cuesta arriba y nada le parecía "justo". En reaidad es un pesimismos defensivo que anticipa un "por si acaso..." El optimista, que en nada es un iluso, es más realista de lo que parece porque no se queda mirando el abismo sino que se cree capaz de construir un puente.

Solo tenemos una vida, y se vive ahora, porque la vida no entiende ni de ensayos generales ni permite bises. Todo el tiempo que perdamos pensando en  lo que nos puede pasar no lo invertiremos en experimentar lo que ahora nos está ocurriendo, y por tanto no estaremos viviendo.

Sed felices.