domingo, 25 de julio de 2021

Reflexiones sobre poesía

 Dice una entrañable poeta, de gran experiencia, que en la actualidad  hay demasiados escritores de poemas pero poca poesía. Tal vez tenga razón, las redes sociales nos han permitido abrir al mundo la creación, lo que es bueno, pero con muy pocos filtros, lo que es malo.

En fin, permitidme, mis queridos lectores que os deje alguna reflexión sobre la poesía, mejor dicho, ocurrencia, porque surgen a bote pronto como un relámpago.


  La voz del alma habla el lenguaje de la poesía. Por eso no hay nada que entender en un poema, sólo sentir.

 

Ser poeta es mirar el mundo desde un punto de vista en el que la sensibilidad ha educado los ojos.

 

El poeta traduce la abstracción de la belleza a la realidad de la palabra.

 
Todo poema tiene eco: las emociones que provoca sin que importe la intención del poeta.

 

No existen poemas malos: si son malos no son poemas.

·          
Dentro de muchos existe un poeta: solo unos pocos desnudan el alma para mostrarlo.

 

Tal vez la poesía existe para poder acariciar en la distancia.

 

La poesía está en todas partes, en lo mínimo y en lo inmenso. Solo hay que sentirlo.

 Un poema se transforma a los ojos de cada lector: mantiene las palabras pero varía su significado.

Y de pronto, alguien, suavemente, como la brisa, se mete por un rincón tu alma como si fuera un poema, y lo llamamos amor.

 

 

(c) Fotografía Elena Muñoz


domingo, 18 de julio de 2021

En blanco y negro

 Es curioso como muchos de los recuerdos de nuestros episodios vitales son en blanco y negro. Para las nuevas generaciones esto es impensable porque los suyos no es que sean en color , sino en movimiento.

Hoy, 18 de julio, fecha ominosa en nuestra Historia patria por el levantamiento de los insurrectos franquistas, responde en mi historia familiar a la fecha de mi bautizo, inmediatamente previa a mi traslado al pueblo de Covaleda, en la provincia de Soria.

Como muchos de vosotros sabéis, mis queridos lectores, yo soy nacida en el barrio madrileño de Chamberí, uno de los más castizos, y fui bautizada en la iglesia de Santa Teresa y Santa Isabel. Entonces a los bebés nos bautizaban bastante pronto, no sé si por miedo a la mortandad infantil. Esto conllevaba que las madres se encontraban en el periodo postparto denominado de  cuarentena, y no era costumbre, o así por lo menos me lo contaron, que acudieran al bautizo. Pero la mía, que nunca se caracterizó por demasiado arrojo ni transgresión, en eso se plantó y estuvo conmigo (véase la foto).

Me vais a permitir que deje un testimonio de ese día que, a pesar de ser fecha non grata, si me hace recordara a tantos que ya se fueron. Un recuerdo en blanco y negro que tras tantos años transforma ese pequeño bulto entre mantillas que era yo en la mujer que os escribe. Un recuerdo en blanco y negro que evoca los colores del cariño y de la añoranza de quienes ese día, ese 18 de julio de 1959, veinte años después de terminar la Guerra Civil, se reunieron en la esperanza de celebrar una nueva vida, independientemente del sacramento a imprimir.

Mi abuelo Tomás, que fue mi padrino, mi abuela María Teresa mi madrina, tíos, primos, e incluso vecinos que seran considerados familia igual acudieron ese día. Rostros y nombres en esos inicios de mi vida que me ha traído hasta aquí.

Sed felices.

domingo, 11 de julio de 2021

Momentos

 Hoy, mis queridos lectores, os escribo desde mi adorada Denia,  mi tercera patria (las otras son Madrid, donde nací,  y Rivas, en donde soy).

Vuelvo de mi paseo matinal, aprovechando que todavía  no hace demasiado calor. Me encanta pasear por el interior, por la zona de huertas y naranjos, como si pudiera recorrer los paisajes de una novela de Blasco Ibáñez. Son momentos en los que en soledad me encuentro agusto, porque me encuentro conmigo misma, más allá de lo cotidiano, de lo mísero, de lo convencional, y dejo que mi pensamiento vuele, más allá de las cumbres del Montgó, hacia el mar...

Nos empeñamos en medir la existencia en fracciones horarias, o días de la semana, meses o años, y, sin embargo, yo hace tiempo que lo mido en momentos que forman esos pespuntes con los que he ido cosiendo mi vida. A estas alturas son ya muchos los que se  acumulan, unos relacionados con mi infancia, otros apenas nacidos, pero todos esos momentos han hecho que sea la que soy, con mis virtudes (pocas) y mis defectos ( a veces demasiados).

Aquí, junto al mar,, entre naranjos esos momentos adquieren la grandeza de lo que me apasiona: abrir los ojos y encontrarte con la belleza del horizonte en el que se ierguen, soberbias, las palmeras, o la puesta del sol en un estruendoso silencio, y, naturalmente, el mar, siempre. 

Esta tarde regresaré tierra adentro, a la ancha Castilla, de campos amarillos recién segados, del sol impenitente de verano. Volveré a la ciudad, cambiando la arena por asfalto, pero me llevo conmigo estos momentos en soledad, en la mañana recién nacida, en la que mis pensamientos se convierten en gaviotas, en bruma, para ascender y tocar el cielo luminoso del Mediterráneo...

Sed felices.

(c) Foto de la autora

sábado, 3 de julio de 2021

Esqueletos en los armarios

 Ha pasado casi un mes desde mi última entrada en este blog. Es curioso que cada vez voy espaciando más la escritura en este medio que durante más de 11 años ha sido una señal de mi vida personal y literaria. Sin embargo, poco a poco, me  voy dando cuenta de que , a pesar de las cuestiones que me suceden son muchas, lo que me rodea se me está convirtiendo en algo poco inspirador de una manera postiva.

Supongo que la pandemia me está ya pasando factura, aunque ya veamos un poco el final. Es algo habitual en mí mantenerme en las situaciones difíciles y cuando estas van pasando empezar a notar el cansancio cuando va bajando el estrés. Eso es concretamente: estoy muy cansada...

Dicen los ingleses que cada uno tenemos un armario lleno de esqueletos, en referencia a esa parte que ocultamos al mundo, a los secretos que guarda nuestro corazón. En mi caso son pocos, mi vida ha sido y es transparente (o casi), pero sí hay una parte de mí, sobre todo la de las emociones, que a veces me cuesta compartir.

Me enseñaron a no rendirme ante las dificultades y, sobre todo, a no mostrar signos de debilidad; me enseñaron a levantarme cada vez que me caía, sin pedir ayuda, solo por mi fuerza de voluntad. me enseñaron a que nadie tiene el derecho a no ser libre.

Pero no me dijeron que hubiera quien no tuviera reparos en ser débil, porque sacaría la fuerza de mí; no me dijeron que habría quien se apoyaría en mí para levantarse, aunque yo estuviera en el suelo; no me  dijeron que por mi libertad tendría que pagar con la incomprensión. No, no me lo dijeron, y cuando lo he descubierto ya es tarde...

Es verano, la estación del asueto y la diversión, sin duda la más esperada. En mi caso un tiempo más para seguir pensando hasta cuando dejaré esos esqueletos en el armario que  sin ser míos empiezan a no caber. Quizá es tiempo de cambio, y de no callar...

Sed felices.