domingo, 21 de junio de 2020

Nueva normalidad

Hoy hemos entrado en Madrid en la "nueva normalidad". 

Mi región ha sido una de las más golpeadas por la pandemia. Asumimos casi la mitad de fallecimientos y, todavía damos el mayor número de contagios. Escucho, leo el miedo, la aprensión, a retomar lo que podría ser aquel día a día que nos cambió de una manera abrupta el 14 de marzo pasado. Los medios de comunicación nos dicen que nada ya será igual, y a mí, que queréis que os diga, mis queridos lectores, me suena más como amenaza que como esperanza. No debe ser así.

Soy nieta de aquellos que sufrieron la Guerra Civil, soy hija de niños que pasaron la posguerra, con todas las carencias que ello supuso. Unos y otros lo superaron y continuaron caminando, dejando un legado de superación y dignidad. Me imagino ese 1 de abril de 1939 cuando tantos, tantos, tuvieron que salir de un país asolado, o tuvieron que agachar la cabeza y tirar para delante, porque eran los vencidos. Eso sí que debió ser "una nueva normalidad"...

Ahora nos piden que respetemos las normas que nos llegan desde las autoridades, para que no demos pasos atrás. Solo eso... ¿A que no es difícil?

Tres meses y medio trabajando codo a codo, aunque fuera desde nuestra casa, para llegar a este día: ¿no lo vamos a estropear ahora, verdad? Hagamos caso omiso a esos iluminados, por no llamarlos orates que nos hablan de conspiraciones, de chips y de conjuras de Bill Gates y de Soros. Imbéciles ha habido siempre. La vacuna llegará, como han llegado tantas: la viruela, la polio, la famosa trivalente, la gripe estacional... Pero mientras tanto, la responsabilidad es nuestra.

Yo no puedo tomar decisiones por nadie, ni convencer a nadie de lo que ha de hacer. Lo que si está en mi mano es intentar, desde los medios que están a mi alcance, advertir que lo que hemos pasado, y aún no ha acabado, no es un juego, ni un invento del gobierno para controlarnos, sino de algo que es capaz, lo hemos visto, de matar.

Hace un día espléndido en Madrid en este verano recién estrenado. Ójala sea el presagio de un tiempo luminoso que nos espera de aquí en adelante. Lo deseo con todas mis fuerzas. 

Sed felices.



domingo, 14 de junio de 2020

Más que un problema político


La resaca que nos está dejando esta pandemia se parece bastante a la del vino cabezón: confusión y boca seca. A mí, además, una sequía literaria, a excepción de algún artículo como este, o comentarios en las redes sociales.

Redes sociales queestán que arden, preguntándose muchos si es que el pueblo, soberano por nuestra Constitución, no tiene memoria para saber qué es VOX, qué es el fascismo, ese carro al que también se ha apuntado en sus maneras el PP. En mi opinión no es un problema de memoria, ni tan siquiera político, es un problema de esta sociedad a la que hemos acostumbrado a creer todo lo que se dice sin contrastar, si supone escuchar las promesas que interesan aunque sean demagogias.


Está todo inventado. La fórmula sigue funcionando: búsquese chivos expiatorios, ya sean judíos, musulmanes, negros, migrantes, el 8M… Acúsense de todos los males que acontecen y  a esperar los votos.

En el fondo subyace la pérdida de valores tales como la solidaridad, la igualdad y la justicia, nublados bajo el lema de “ande yo caliente y ríase la gente”. El caldo de cultivo de la falta de formación, de la ignorancia democrática, de la educación para la ciudadanía comporta que cuando llega el momento de acudir a las urnas el resultado sea el que ahora vemos. Un partido cuyo único programa es el mismo cántico de la selección de fútbol: “soy español, español, español…”, que empuja a otro hacia el abismo de la inutilidad y la descalificación, en una época, no me cansaré de decirlo, queridos lectores, en unos momentos en los que más necesitamos la unidad.

Quiero ser optimista y pensar que de esta triste experiencia podremos encontrar una solución que frene, de una vez por todas, esta ola que ya lame las playas de los derechos sociales, que podemos perder si no somos capaces los progresistas de hacer una barrera democrática y obligar a quienes quieren acabar con el estado social a moderarse.

La democracia es como un diamante, dura y frágil  al mismo tiempo. Un arma que en buenas manos es capaz de hacer progresar a los pueblos, pero que también permite que en su nombre entren partidos como VOX en el Congreso, o que desde su tribuna se insulte y se lancen falsedades, aunque esto último no se debiera consentir, ni siquiera en aras de la tan traída y lleva libertad de expresión.

Ahora, más que nunca necesitamos que la sociedad civil tome protagonismo, siendo el caldo de cultivo de donde han de emerger de nuevo los valores del consenso y del pacto social. Dejar al albur de los que suceda cada cuatro años conlleva un alto riesgo, véase el ejemplo de lo acontecido estos cuatro meses, en los que mientras que muchos se debatían entre la vida y la muerte, otros intentaban acabar con el Gobierno salido de las urnas.

Es más que un problema político, nos jugamos una forma de sociedad justa, igual y solidaria.

domingo, 7 de junio de 2020

Desescalada mental

Mañana entramos en Madrid en la fase 2 de la desescalada. Confieso que me tengo que mirar con más detenimiento qué es lo que nos permite hacer que aún no podíamos. No obstante, a excepción de la mascarilla, a la que casi me he acostumbrado, y a no poder reunirme con más asiduidad con mi familia, esta primera fase no me ha sido muy costosa, por lo que asumiré las demás como vengan.

Otra cuestión es mi desescalada mental. Creo, me temo, que esa me va a costar más. 

No me refiero, mis queridos lectores, a ese temido síndrome de la cabaña, que sospecho no existe, como tampoco el llamado síndrome posvacacional, más allá de lo mal que sienta dejar las vaciones y volver al curro. No, no me refiero a eso. Ni tampoco a la capacidad de adaptación a esa nueva normalidad en la que se nos dice hemos de hurtar los besos y los abrazos, y eso que soy muy besucona... 

La desescalada mental a la que refiero es a  poder reunir los trozos de confianza que, hacia algunos semejantes, se ha convertido en un auténtico rompecabezas. En estos tres meses he visto y he descubierto en persona,s de las que nunca lo esperaría, una cara que no me gusta nada. Sobre todo porque en vez de primar el sentimiento, el cariño, el respeto,  han antepuesto el odio más visceral hacia aquello que soy y que represento.

Quien habitualmente me sigue sabe de qué pie "cojeo" sin ambages. Es más, cuando ante mis propias narices han hablado de la incapacidad de los políticos, no es que me diera de refilón, sino que me pega de plano, porque yo soy política y en ejercicio. Y cuando he visto hastag llamando al PSOE criminal o a su secretario general y presidente del gobierno sepulturero, me dolía en el alma porque yo milito en el partido (soy militanta, no solos afiliada) y "pedrista".

Han sido semanas de insultos, infamias, bulos, ataques de todo tipo ante un esfuerzo ímprobo de contener a un enemigo que nos había tomado con alevosía. Nos decribieron los síntomas: tos, dolor de garganta, fiebre.... Pero nadie nos dijo que el odio, un odio cainita e irracional también se iba a manifestar para envenenar la convivencia, fruto de una conspiración de gentes malas que iban a aprovechar nuestra vulnerabilidad para arrebatarnos la democracia. También, muchos de los que creía gente de bien apoyaron y aplaudieron este ataque frontal e injusto.

Por eso, mis queridos lectores, la inquietud no me la causa el tener que convivir con la distancia social, la mascarillas, o el codo por un beso... Eso, al final, pasará. Ni siquiera me produce un temor extremo los repuntes. Sí tengo miedo de no ser capaz de recoser esas costuras por dónde he visto irse mi confianza y mi estima hacia ciertas personas que me han dañado, que han dañado gratuítamente cundo más falta hacía la unión y la solidaridad.

Es una vez más cuando he de buscar en mi interior mis valores más arraigados, y ser capaz no de olvidar, sino de perdonar sin rencor.