sábado, 26 de febrero de 2022

La fuerza bruta, el dinero y el poder

 
 
 No creo que la historia se repita, sino que los seres humanos somos como somos, con las mismas pulsiones, emociones y tentaciones que nos han llevado a utilizar a los largo de nuestra historia la fuerza bruta para dirimir las diferencias. Y lo llevamos haciendo de maneras muy diferentes y siempre con un solo objetivo: el poder.

En el caso de la invasión de Ucrania no estamos ante un nuevo Hitler, sino ante las mismas motivaciones que impulsaron al dictador naz:, el afán del poder expansionista, de megalomanía alimentada por los avances tecnológico y armamentísticos.

¡Es la guerra! Y es la guerra en la frontera de la Unión europea, amenazando las libertades y la democracia.

Hay una pregunta que seguro ronda vuestras mentes, como también ronda la mía. ¿Cómo en el siglo XXI un país entiende que sin haber provocación alguna puede invadir otro sin consecuencias? La primera respuesta es que Putin está loco, inmerso en esa prepotencia de las ideas en la que o estás con él o contra él. Las imágenes de los tanques, de los cañones, de las tropas nos ponen los pelos de punta y nos sobrecogen.

Pero a veces no somos conscientes de que hay otra guerra soterrada que está separando cada vez más a los seres humanos, que abre una brecha entre ricos y pobres y que no aterroriza de la manera como lo hace este último conflicto bélico, pero que también utiliza la fuerza bruta del poderoso para conseguir el empeño.

Mi anterior afirmación proviene en considerar como fuerza bruta no solo la que proviene de un alarde físico sino aquella que utiliza una posición privilegiada para conseguir su objetivo. Sin ir más lejos el famoso tema de las mascarilla de Tomás Ayuso que, a pesar de lo dicho por su hermana, cada vez se va desbrozando y poniendo de manifiesto el tinglado montado, sin importar las víctimas que en aquel entonces morían en esa cruel guerra con el Covid 19.

Pensamos que la Humanidad ha avanzado mucho porque consideramos la tecnología como el epítome de la superación humana. Pero creo, mis queridos lectores que respecto a la empatía y a la conciencia del otro vamos para atrás.  Da igual la guerra que sea: por el territorio o contra un virus, sempre estará detras el dinero y el poder.

Llueve en la calle, y en muchos de nosotros se instala una tristeza al recordar tiempos felices que ahora parecen tan lejanos.


miércoles, 2 de febrero de 2022

DIÁLOGO SOBRE EL MIEDO Y LA DERROTA

 

 

Imaginen queridos lectores dos personas, el sexo da igual, 

sentados en un parque...


—El miedo solo es una búsqueda. Aprender que el único camino es el amor. 

No creo que el miedo, tal como lo expresas que en ocasiones se acerca al pánico, sea una búsqueda, sino una justificación para no abandonar el pasado y no avanzar. Respecto a que te muestra que el único camino es el amor, ahí me pierdo... Nunca he llegado al amor a través del miedo.


—No llegar al amor a través del miedo, es como no haber llegado a la vida a través de la muerte. Como haber llegado a la cima de una montaña sin haber sentido que te falta el aire. Pero está bien que no creas en el miedo, entendido como pánico que NO paraliza, o como incomodidad.


No tengo conciencia de haber llegado a la vida a través de la muerte. Sí la tengo de llegar al amor a través de la vida y de dar vida a través del amor. Lo que creo también es que se llega a la muerte en vida a través del miedo.


—Todo ser humano llega a lo que quiere primero a través de lo que no quiere.


Según tú, ¿primero se aprende a rechazar que a desear?


—No solo se aprende. Y para aprender primero uno tiene que errar.


De acuerdo, el error forma parte del aprendizaje, porque cuando erramos también aprendemos. Pero es el acierto lo que determina nuestra elección.


—¿Aprender del acierto o aprender del error? Algunos dicen que aprenden más en la derrota que en la victoria.


La derrota nos prepara para la victoria, nos enseña a resistir, a no abandonar, a vencer con humildad cuando llega el momento del triunfo, que no ha de ser el que los demás esperan de nosotros. Nada nos derrota, nos derrotamos nosotros mismos cuando abandonamos aquello que significa tanto.


—No habló de la derrota entendida como renuncia. Hablo de lo que entendemos todo como derrota aunque no sea así. Por supuesto que la única derrota es de la que hablas.


Esa derrota convencional no es más que una estrategia equivocada en un momento y espacio concreto, que solo necesita recuperar su lugar y su tiempo.


—Y la derrota bien entendida no nos enseña a resistir. Nos enseña a aceptar quienes somos. Nos alivia. Nos hace jugar y no luchar.

 

¿Tal vez el miedo es consecuencia de la derrota, o caemos porque el miedo nos impide luchar? 


Vosotros, ¿qué opináis?