domingo, 23 de mayo de 2021

¿Qué queréis que os diga?

 Hay días que no es que se vea la botella medio llena o medio vacía, sino que, ni siquiera, se encuentra la botella. 

Me creo una mujer de mente abierta, que intenta comprender las situaciones, las actuaciones de las personas, pero últimamente me pesan muchas cosas. Siempre he defendido, sobre todo, la lealtad y la coherencia. La lealtad, porque me parece imprescndible para mantener unas relaciones, ya sean sentimentales o laborales, sinceras, sin fisuras, en las que el diálogo y la puesta común ayuden a mantener el equilibrio. La coherencia muestra que nuestras acciones están acordes con aquello que pensamos, con aquello que decimos.

Sin embargo cada día me encuentro más situaciones en las que veo la carencia de esos dos valores, de esos dos principios, sustituidos por la mentira y la más absoluta incoherencia. Supongo que será cosa de la edad, que hace que con los años, aunque la vista se canse y las piernas también, la mente se agudiza y se instala una especie de radar para ver lo absurdo de muchas situaciones.

Debo deciros, mis queridos lectores, que tengo la fortuna, según me dicen, de tener una apariencia más juvenil de los años que tengo: es posible. Sin embargo, en mi interior, hay días que siento como si un montón de años se me vinieran encima, sin misericordia ninguna. Entonces un cansancio enorme me invade, se me hace un nudo en la garganta y las lágrimas acuden a mis ojos.

¿Qué queréis que os diga? Nunca la vida es lo que una imagina a los veinte años. Ese es uno de sus encantos. Quienes tenemos la mente inquieta y nos gusta la aventura no tememos andar, de vez en cuando, en la cuerda floja. Pero lo que ahora vivimos me parece a veces un pandemonium,  un seismo que ha corrido tierras y ha sacado a luz viejos fósiles, que, como en Jurasic park, han recreado con su ADN viejos monstruos que creíamos extintos. 

Mi querido suegro, un hombre de bondad machadiana, me decía siempre que lo fácil que sería vivir sin meterse con nadie, vivir dejando vivir. Eso es lo que realmente es la esencia de la vida, y, sin embargo, cada vez parece más imposible.

Al cortoplacismo de la recompensa aquí y ahora, a la incapacidad del esfuerzo, a la incomprensión de reconocer a los semejantes, se une al agotamiento de esta pandemia que, demos gracias, parece que va camino de su fin. Y, ante esto, ¿qué queréis que os diga?

Mientras, sigo buscando la botella, esa que antes siempre antes veía medio llena y que, creo, se han bebido otros.

lunes, 10 de mayo de 2021

Cita a ciegas

Siempre digo que la relación entre un escritor y un lector se asemeja a un cita ciegas, en laque ambos están deseando enamorarse a través de un libro. Muchos de mis compañeros en la literatura dicen no pensar en el lector cuando escriben, es decir, que el factor de la aceptación por público no les mediatiza a la hora de crear su obra literaría. De otra manera, me dicen, sería imposible escribir lo que en verdad se quiere.


Sí, no cabe duda que tener el mente como objetivo principal las ventas llevaría a crear solo aquello que sabemos va a ser comercial, restando a la palabra su auténtico fin. Y para eso ya están los best sellers que como churros publican las grandes editoriales, que vienen a ser, al final, el mismo libro con diferente título.


Bien, pues aceptando esta premisa, yo creo que se debe pensar en el lector no como fin sino como parte complementaria y debe tener su lugar en la vida de todo escritor. Los libros sin lectores no son más que objetos onanistas para mayor gloria del ego del autor, en los que cercenamos uno de los dos placeres que tiene que suponer la obra literaría: escribir y ser leído.


No hace falta renunciar a nada por valorar a aquellos que nos llegarán a leer o a los que ya nos leen. No hace falta olvidar que quienes compran nuestros libros están deseando encontrar en ellos las situaciones y los personajes con los disfrutar, las emociones con las que identificarse. Y también se merecen un producto bueno, cuidado, mimado, como recompensa a su confianza.


Últimamente, y más a menudo de lo deseable, veo y leo textos o poemas de poca calidad, defendidos por sus autores con el simple argumento de que es lo que ellos quieren escribir, lo que les “brota de dentro”. Bien, eso es muy respetable, sin lugar a duda, como lo es también el que el encuentro con los lectores sea un acto fallido, simplemente porque no les gusta.


La literatura es un arte y como tal se compone de técnica y de creación. No vale con dejar flotar a las musas a nuestro alrededor. Tenemos que disciplinarlas para que lo que salga de nuestra pluma o de nuestros dedos en el teclado sea de calidad y esas citas a ciegas se conviertan en amores eternos.

Los lectores se lo merecen.


domingo, 2 de mayo de 2021

Madre

 Muchos de vosotros ya lo sabéis, y si no os lo digo, que tengo dos hijos, dos hombres ya: David y Carlos Miguel.

No sé si para ellos he sido una buena madre, supongo que con mis debilidades y mis fortalezas les he ayudado a llegar hasta aquí. Lo que si sé es que ser madre ha sido fundamental en mi vida. Y no solo por lo que lo es naturalmente, por cuidar y proteger a mis hijos, sino porque ha sido un impulso para muchos de mis objetivos en la vida.

Desde el primer momento decidí que ser madre nunca me iba a restar sino sumar, familiar y laboralmente.  Esto me ha exigido, me exigió un gran esfuerzo, pero creo que me ha compensado con creces, porque ahora, con la perspectiva de los años, nuestra relación es muy cercana, pero respetando la libertad de cada uno.

Sé que nunca he sido una madre muy común, tampoco lo soy en mis otras actividades. Quizá porque siempre he entendido que el amor no es dependencia, ni de un lado, ni de otro. Nunca he sentido el síndrome del nido vacío, sino todo lo contrario. El que mis hijos se independizaran y formaran sus familias me hizo muy, muy feliz. De alguna manera sentía que mi ejemplo les había calado.

Hoy es el Día de la Madre, primer domingo de mayo. Hoy soy la única felicitada, porque no tengo ya a quien felicitar. Mi madre se fue hace ya casi cuatro años, pero, como pasa con  mis hijos, yo guardo parte de su ejemplo en mí.

Es bueno dedicar días a quienes queremos, aunque solo sea para que, en esta vorágine de simplezas y tristezas, el amor generoso de una madre adquiera protagonismo, porque esté presente cada día, cada minuto...

Tened un espléndido día junto a vuestras madres o con su recuerdo. Pensad que el amor no se extingue con la ausencia, solo que habla en silencio.

Miro por la ventana, veo el cielo vestido con las nubes primaverales, me vuelvo a sentir niña... y envío un beso. ¡Feliz día, mamá!