domingo, 26 de abril de 2020

Desescalada

Parece que comenzamos la primera etapa de esa tan deseada desescalada, palabra que, a pesar de que los puristas la denostan, pero que la RAE ha aceptado, significa el principio de una normalidad que promete ser no muy normal. Y será en una fecha que para los madrileños y madrileñas tienen un significado muy especial, como es el 2 de mayo, fiesta regional y conmemoración del inicio de la Guerra de la Independencia.

Como ya nos tiene acostumbrado las redes sociales se llenan de opiniones sobre la conveniencia de salir o no salir tan pronto, al igual que ha sucedido con la salida de los niños. Asimismo los periódicos publican artículos en los que ya se nos avisa de un posible repunte, no sea que disfrutemos demasiado pensando en el alivio del confinamiento. Angustia, que algo queda.

Cuando el tiempo pase, y podamos ver con perspectiva seremos capaces de valorar realmente lo que ha supueto este periodo de cuarentena. Solo con esa disociación que se produce el vernos como  otros seremos capaces de alcanzar la magnitud de este periodo histórico, que aún siendo corto, va a ser uno de los más trascendentes de nuestra vida.

En mi caso, y perdonad queridos lectores que personalice, porque me ha dado la oportunidad de poner en valor  todos aquellos conocimientos que sobre resilencia he estado aprendiendo casi durante toda mi vida. Pero no solo eso, sino que he constatado en mi propia familia como el principio de animar y no preocupar se ha cumplido.

Admirable el ejemplo de mis hijos. Unos con ERTES, otros trabajando en lugares con riesgo de contagio. Y sin transmitir preocupación o angustia. Mis nietos asumiendo con naturalidad la situación y enviándome sus sonrisas a través de los chat.

Cabe decir que la enfermedad, de momento nos ha respetado, pero ni tan siquiera en mi día a día ha sido el centro de temores o dudas, más allá de convertirme, como todos, en fregatriz e invadir la casa con lejía, o bajar a comprar con guantes y mascarilla.

Me duelen mucho las vidas que se han ido como las que se irán. Me duele mucho el drama humano que hay detrás de cada cifra, pero creo que si no aprendemos a convivir olvidando las diferencias, los rencores y las ambiciones personales, a pesar de que nos dejen salir de casa, seguiremos emocional y moralmente confinados.

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Acabo a mis nietos pequeños bajo mi ventana, y he escuchado sus voces...  Estamos en el camino.

domingo, 19 de abril de 2020

¿Cuánto falta?...

Los que tenemos hijos sabemos que esta pregunta significa la impaciencia que muestran los niños y niñas en los viajes, sobre todo en las vacaciones.
También recuerdo haberlo vivido como hija, sufriendo la pregunta recurrente de mis hermanos, sobre todo de los dos pequeños.  Y escucho el eco de la voz de mi padre diciendo:

- Llegaremos cuando lleguemos.

No cabe duda de que esa pregunta nos rebota una vez y otra en la cabeza a toda la ciudadanía, no se puede remediar. Pero es algo que no está en nuestra mano, ni tan siquiera, creo, que se tiene la certeza entre los que les cabe la responsabilidad de contestarla.

Leo en las redes sociales pronósticos, comparaciones con lo que han hecho otros países, especulaciones sobre cómo será la desescalada. No creo que sea positivo, porque anticipar, para bien o para mal, si luego no responde a nuestras expectativas, lo que nos va a traer es frustración. A día de hoy, conocemos lo que conocemos, y esas son nuestras cartas y hay que jugar con ellas.

El ser humano tiene una capacidad de adaptación, en general, asombrosa. Eso es lo que ha hecho que hayamos evolucionado de la manera en que lo hemos hecho. Hay excepciones, por supuesto, pero no creo que sean la mayoría. Quizá en esta última etapa de la Historia es cuando menos posibilidades hemos tenido de demostrar esa capacidad, porque hemos cifrado nuestra felicidad en elementos materiales en vez de fortalecer nuestro interior.

Vivimos, no cabe duda, un gran drama social, pero antes, durante y después se han vivido, se viven y se vivirán dramas individuales a los que se ha tenido, se tiene y se tendrá que hacer frente. Pero son dramas de puertas para dentro que, en muchos casos, nos pasan desapercibidos. Tal vez, aquellos a los que la vida ha curtido, ahora estamos un poquito mejor preparados para no rendirnos


Es cuando sucede una catástrofe como esta cuando nos damos cuenta de la propia vulnerabilidad, y nos asusta. ¿Cómo no se podía haber evitado? Pues porque la mayor mentira es que se puede tener bajo control nuestra propia existencia. Tal vez, solo tal vez, podamos ir paliando consecuencias a posteriori, pero siempre nos quedará un margen para el error.

No sé cuánto falta para que empecemos a atisbar el final de esta pandemia. Ciertamente que me lo pregunto, cómo no, mis queridos lectores, pero poco. Quizá es porque veo que mis hijos y mis nietos, mis hermanos, mis sobrinos, están bien. No tengo que preocuparme de mis padres, porque ya no los tengo: murieron como han muerto muchos antes, sin ruido, pero no por ello dejaron menos dolor ni menos ausencia en los que aún les queremos. Mientras procuro llenar mis horas con actividades que me ayuden, con relaciones aunque sean virtuales, con escribiros estas palabras que no se si os sirven de algo pero, sin duda, a mí sí.

En fin, dejadme que termine diciendo eso: "llegaremos cuando lleguemos". Y siempre se llega, siempre.

Sed felices, si queréis.


sábado, 11 de abril de 2020

Carta abierta a Adriana Lastra


"Vox toca el silbato y la derechita cobarde baila" Adriana Lastra.


Querida compañera:

Es un orgullo comenzar esta carta abierta llamándote así, "compañera". Lo siguiente que quiero hacer es darte las gracias, absoluta y sinceramente: gracias, gracias. Te las doy, sobre todo, por tu valentía y tu gran capacidad de defender, desde tu posición de portavoz del Grupo socialista en el Congreso, al Gobierno de España.

Reconozco que el pasado jueves, en el debate, hubo varios momentos en que se me puso el vello de punta al escucharte señalar la deslealtad y las artimañas que Vox y PP llevan utilizando desde el principio de la crisis sanitaria, y que a su vez son hijas de todas a las que nos tienen acostumbrados desde hace tiempo. Bueno, acostumbrados, no, porque a esto nadie se acostumbra.

El jueves, desde el estrado, como una nueva "Agustina de Aragón", y disculpa si la comparación te parece un poco arcaica, disparaste unos cañonazos que hiceron diana, vamos que sí, en toda la línea de mentiras, bulos, torticerías y demás argucias de medio pelo de esta derechita cobarde y de la ultraderecha.  La visión de Casado y Álvarez de Toledo con las orejas gachas sin atreverse a mirarte fue todo un poema. Abascal, como creo que no va más allá de ser un pedazo de carne con ojos, ni siente ni padece. Gracias, porque en esos momentos muchos lo estábamos pasando muy mal viendo como la mentira se estaba apropiando de la opinión pública, y que los esfuerzos del gobierno en hacer frente a esta pandemia desconocida se diluían en insultos y difamaciones, sobre todo dirigidas al presidente Sánchez. Al escucharte nos sentimos representados en tus palabras, Adriana, en tu fuerza y en tu determinación. No se trataba del "y tú más", sino de destapar, de una vez por todas, la deslealtad y la falta de ideas de la derecha reclacitrante que tenemos que soportar.

Ahora dicen que tú has dinamitado la unión de partidos. ¡Es el colmo! ¿No es fomentar la desunión que se promueva un golpe de estado encubierto como el que propone VOX, al que han tenido que parar los letrados del Congreso, o pagar a las redes sociales para que se plaguen de bulos y fake news, como ha hecho el PP? Y en cambio sí fomenta la ruptura el que se digan verdades como puños.

Querida compañera, el partido socialista nunca lo ha tenido fácil, nunca. Sufrimos, y no sé por qué, la incomprensión de una parte de la sociedad que, aunque se favorezca de nuestras políticas, jamás nos va a reconocer ni el pan ni la sal (véanse las medidas económicas, algunas criticadas por quienes tienen en ellas una salida). Tal vez se deba a que no es una cuestión solo de partidos , sino de educación ciudadana, esa que impartíamos en los colegios y que el PP quitó por miedo a que nuestros niños y jóvenes aprendieran a pensar en derechos y libertades. Me da lástima ver como alguien como Javier Maroto nos degrada, cuando él pudo llevar a cabo su proyecto de vida y casarse con su marido gracias a una ley nuestra, por ejemplo.

Dijo una vez Simón Bolivar "más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía”. Tal vez esté ahí el quid de la cuestión: hay a quienes la libertad les da miedo, porque significa decidir y asumir responsabilidades, y prefieren que les digan el camino que deben tomar, aunque sea como un rebaño de borregos.

Aunque el cansancio ya hace mella, seguimos muchos en la brecha, porque nos sustentan los mismos valores de justicia, igualdad y libertad, los mismos que el jueves elevaste en el Congreso de los diputados sobre la mezquindad, la cortedad de miras y la deslealtad de quienes ni están ni se les espera.

Termino como empecé: un orgullo ser tu compañera.

(Foto Europa Press)

lunes, 6 de abril de 2020

Cuando se abran las puertas

Cuando se abran las puertas y  las ventanas no sean nuestro lugar de encuentro, la primavera ya será la dueña de parques y jadines. El campo, seguramente, me mostrará las flores silvestres en todo su esplendor. Quizá, ese día, el sol luzca con fuerza para dar la bienvenida, sonrisa que la naturaleza nos brindará a los ermitaños de la pandemia.

Cuando se abran las puertas y ya nuestras casas no sean ese mundo estrecho pero aceptado, sabiendo que nuestro sacrificio no era tal, sino solo un parentésis de vida en la nuestra, pero una esperanza en la de otros, cuando se abran las puertas, digo, solo quiero apretar las manos de los míos, aunque estén cubiertas con guantes, no me importa, porque el cariño traspasa las fronteras. Y si no puedo abrazar a mis niños, no me importa, pero veré sus sonrisas más allá de la pantalla de las mascarillas.



Ya nada será igual cuando se abran las puertas. Seremos un país dividido en dos. La unidad, cosida con hilvanes, no durará cuando todo se acabe. Entonces es cuando tendremos que ser fuertes y defender lo nuestro, nuestros valores, la democracia, la justicia y el honor de aquellos que han estado desde el primer día frente a esta catástrofe cruel e inesperada.

Con mi alma tocada, con el cansancio propio de quien se ve, a veces, como el corredor de fondo cuando ya atisbe la meta, con la tristeza de saber que no hay manera de acabar con esas dos Españas endémicas. Aún con todo ello, cuando se abran las puertas, miraré el horizonte y encaminaré hacia él mis pasos para seguir luchando por lo que siempre me ha mantenido en pie: mis valores y mi familia.

Hasta entonces, seguirán las ventanas siendo nuestro lugar de cita a las ocho de la tarde, nuestras casas el mundo cotidiano que nos espera al abrir los ojos, y las sonrisas seguirán brillando al otro lado de las pantallas....Hasta entonces.

Cuidaos mucho.