Hay muchas clases de corazones rotos.
Corazones como de barro rotos en grandes trozos que, con cuidado, se puede pegar sin que se noten demasiado las junturas. Son fuertes, hechos a los avatares del destino y que, aunque con muchas cicatrices, siguen acogiendo sentimientos sin rezumar demasiado.
Pero otros son frágiles y cuando se quiebran lo hacen en mil pedazos, en añicos, estallando como esos vasos de Duralex de nuestras madres. Son trocitos cortantes y filosos que pueden hacer sangrar en un descuido, muy difíciles de rehacer y que requieren mucha paciencia. Algunas veces llegando al final de la reconstrucción ,se echa a faltar algún pedacito olvidado en algún rincón y ahí queda el hueco para siempre.
Tal vez-pensó ella- existan corazones irrompibles.
No hubo de pasar mucho tiempo cuando conoció a quien tenía uno. Estaba hecho de algo parecido al plástico, como el del juego de anatomía que tenía de pequeña. Todo resbalaba por su superficie sin que sufriera ningún menoscabo: era totalmente impenetrable al sentimiento, a pesar de su aspecto externo, limpio y reluciente. Con él no se sufría, pero tampoco se sentía la felicidad y todo era oscuro.
Entonces, se dio cuenta de que, a pesar de las junturas pegadas o de lo pequeños pedazos que hubiera que recoger, no importaba tener un corazón vulnerable y frágil, si con él podía sentir la sístole y diástole de la vida.
Sed felices
Corazones como de barro rotos en grandes trozos que, con cuidado, se puede pegar sin que se noten demasiado las junturas. Son fuertes, hechos a los avatares del destino y que, aunque con muchas cicatrices, siguen acogiendo sentimientos sin rezumar demasiado.
Pero otros son frágiles y cuando se quiebran lo hacen en mil pedazos, en añicos, estallando como esos vasos de Duralex de nuestras madres. Son trocitos cortantes y filosos que pueden hacer sangrar en un descuido, muy difíciles de rehacer y que requieren mucha paciencia. Algunas veces llegando al final de la reconstrucción ,se echa a faltar algún pedacito olvidado en algún rincón y ahí queda el hueco para siempre.
Tal vez-pensó ella- existan corazones irrompibles.
No hubo de pasar mucho tiempo cuando conoció a quien tenía uno. Estaba hecho de algo parecido al plástico, como el del juego de anatomía que tenía de pequeña. Todo resbalaba por su superficie sin que sufriera ningún menoscabo: era totalmente impenetrable al sentimiento, a pesar de su aspecto externo, limpio y reluciente. Con él no se sufría, pero tampoco se sentía la felicidad y todo era oscuro.
Entonces, se dio cuenta de que, a pesar de las junturas pegadas o de lo pequeños pedazos que hubiera que recoger, no importaba tener un corazón vulnerable y frágil, si con él podía sentir la sístole y diástole de la vida.
Sed felices
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