Mostrando entradas con la etiqueta hijos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta hijos. Mostrar todas las entradas

domingo, 5 de mayo de 2024

De madres e hijos

 Veo asombrada que ha pasado todo el mes de abril y no he escrito nada en esta bitácora, antaño receptora de mis tristezas y mis alegrías. Supongo que el estar todo el día entre letras  ajenas hace que me retraiga de escribir sobre las mías propias. Pero hoy sí, sí que me acerco a dejar en un día como hoy, en el que se conmemora el día de las madres en España, mi reflexión. 

Mis hijos, David y Carlos, ya me han felicitado y traído su regalo. Luego comerán con sus mujeres, que son madres también, y celebrarán con sus hijos este día. Al fin y al cabo hemos estado juntos todo el puente de mayo y podido disfrutar de ellos.

Decir que me siento orgullosa de mis hijos es decir algo obvio, pero me  gusta decirlo y decírselo. Cuando los miro, ya dos hombres hechos y derechos, hay en mí un sentimiento ambivalente: nostalgia por los niños que fueron y alegría por las maravillosas personas que son. No sé si hay algún mérito mío en este resultado, lo que sé es que siempre me acompañaron y entendieron que su madre era un tanto peculiar por lo que hacía y hace, pero que el tiempo que les dedicaba era el cien por cien, y que así éramos felices.

Me gustaría que el día de mañana, cuando yo no esté, me recordaran como alguien que no solo les quiso con todo su corazón, sino que les enseñó que la vida es aquello que construye uno mismo, que un problema deja de serlo si tiene solución, y que la suerte no existe, existe la voluntad y el trabajo.

Ser madre no es pintarlo todo de color de rosa, tiene mucho esfuerzo, pero no cabe duda de que no solo merece la pena, sino que yo no sería la que soy sin mis hijos. Por ellos, y para ellos,
sigo.

Sed felices.

domingo, 13 de octubre de 2019

De hijos desobedientes y lluvia de libros

A Cicerón, Marco Tulio, político, retórico e intelectual romano se le atribuye esta  frase, allá por el siglo I d.C. : "en estos tiempos los hijos no obedecen a los padres y todo el mundo escribe libros".

Respecto a la primera parte de  la sentencia así ha sido desde el principio de los tiempos, incluso desde el Paraíso, cuando Adán "desobece" a Yaveh y se come la manzana. Los hijos por sistema desobedecen, desobedecemos,  ya que es la manera de afirmar nuestra personalidad, adquiriendo (o eso sería lo ideal), capacidad de decidir y responsabilidad. 

Lo curioso es la segunda premisa, la de la popularidad de escribir libros, que ya parece que  llamaba la atención del prócer romano, cuyos discursos, sobre todo las Catilinarias, recomiendo. Y digo curioso porque veinte siglos después parece que esa popularidad de publicar se mantiene.

Lo que no sabemos es si, entonces, ocurría lo mismo que ahora, en que la cantidad poco tiene que ve con la calidad, y mucho menos con el consumo de los libros. Cierto es que en la Roma de Cicerón abundaban los analfabetos, cosa que en el siglo XXI y en nuestro país no debe pasar, pero eso no es garantía de que se lea al ritmo que se publica.

Porque anualmentte salen al mercado más de ochenta mil libros, muchos de ellos autipublicados, que se dan de bruces con los muros de la distribución, e incluso cuando los que están en su circuíto son devueltos a las editoriales en un porcentaje de un 30%. Miles de escritores arrastran su frustación de no conseguir convertirse en quienes copan las páginas culturales, en la certeza de que su obra es digna de pasar a los anales de la historia de la Literatura.

Como directora de una editorial independiente soy consciente de que el acceso a la información, bueno en ocasiones a la desinformación, de las redes sociales, con la capacidad de animar a través de los Likes a escritores y poetas que ven en ello la reafirmación de su calidad, hace que se abran expectativas que luego no se corresponden con la realidad cuando intentan publicar.

Hablo con quienes se acercan a Ed. Ondina e intento abrirles los ojos respecto a qué pueden esperar de su libro, de su poesía en un mundo en el que la cultura se ha convertido en un campo en el que la sequía hace estragos y que sobrevive gracias a que quienes creemos en ella no tiramos la toalla. Solo hay un camino para la creación y es la calidad.

El arte como negocio se convierte en consumo rápido y en ganancias para unos pocos, que normalmente no suele ser los artistas ni los escritores, quienes se ve abocado a pagar ya sea por publicar, como por colgar sus cuadros en una galería, o yendo riesgo y ventura en un teatro, sin garantía ninguna de poder recuperar la inversión.

En fin, mis queridos lectores, que los que estamos en este proceloso mundo de la literatura y el arte debemos saber que nuestro camino está lleno de obstáculos, y pertrecharnos para saltarlos desde la consciencia y la realidad.  Solo así tendremos fuerza para seguir caminando.

Como diría el gran Cicerón en una de sus más famosas sentencias: O tempora, o mores (¡Oh, tiempos!, ¡oh, costumbres!).

Sed felices.