domingo, 8 de septiembre de 2019

Amando la vida

Tal vez sea deformación profesional de tantos años (25) siendo docente, pero septiembre tiene más de año nuevo que enero.

Muchos de nosotros, los privilegiados que podemos hacerlo, salimos de vacaciones, viajamos a otro lado que no es el habitual de residencia y, cuando volvemos, lo hacemos un poco distintos. Nunca se regresa, y eso lo he dicho muchas veces, siendo los mismos.

Tomamos y dejamos un poco de nosotros en los lugares que recorremos, en las carreteras por las que circulamos, en las personas que conocemos.  Los paisajes que nos acogen o las vistas en donde se pierde nuestra mirada se convierten en pequeños santuarios en los que, como exvotos, dejamos las emociones que nos provocan. 

Las fotografias, mudos testimonios en los que queremos perdurar esas sensaciones para revivirlas  cuando los días se acorten, el frío llegue y los abrigos tapen la piel cada vez más pálida.

Los niños y jóvenes empiezan un nuevo curso. Nosotros hemos, también, adaptarnos a hacer lo mismo, o casi lo mismo, pero con ilusión, con ánimo y con la certeza de que no podemos caer en ese absurdo denominado "sindrome posvacacional". 

Pronto el otoño, con su belleza en amarillos y naranjas, llamará a la puerta. Entonces, como los árboles que veo desde mi ventana, me prepararé para afrontar otro año, que no sé que me deparará, pero que estoy segura estará lleno de experiencias que me harán seguir creciendo, aprendiendo, escribiendo y, sobre todo, amando esta vida mía que me ha tocado vivir y de la que vosotros, mis queridos lectores sois parte importante.

¡Feliz reencuentro!

Sed felices.

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