sábado, 28 de junio de 2025

De silencios, complicidades y verdad (microrrelato de verano)

"Para que triunfe el mal, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada".

Edmund Burke 

 

 

Explicando la corrupción - Desde mi Trinchera

 

En la sala oscura, el preboste entregó una bolsa llena de dinero a un hombre con cara de pocos amigos. Nadie vio, pero todos supieron.

La ciudad siguió en silencio, pagando el precio de la corrupción, mientras las calles se llenaban de sombras y promesas rotas. Cada día, los mismos rostros se cruzaban en las esquinas, con la mirada vacía y el peso de un secreto que no podía ser contado. La justicia dormía, y la verdad se escondía tras un muro de silencios y y cobardía. 

Los medios de comunicación, en lugar de denunciar, se convirtieron en cómplices, ocultando la realidad tras titulares vacíos y noticias maquilladas. La información se convirtió en un arma para mantener el silencio y proteger a los poderosos. 

Pero un día, alguien, nadie importante, nadie que ocupara un cargo de relevancia, decidió romper el mutismo, arriesgando todo, aunque fuera poco,  para revelar la verdad No se conformaba con mirar para otro lado.  Sabía que eso les hacía colaboradores necesarios  contra  aquellos que siempre habían luchado por justicia de la misma manera que si fueran los portadores de sobornos y sobresueldos.

 Aunque al principio fue difícil, sufrió amenazas de los enemigos e incomprensión de los llamados amigos, su valentía empezó a despertar a la ciudad. Poco a poco, la gente comenzó a abrió los ojos, a exigir transparencia y justicia. La verdad, aunque tardía, empezó a iluminar los rincones oscuros, y la idea de que la la corrupción puede ser vencida porque la honestidad y la valentía de unos pocos pueden encender la chispa del cambio  crecía imparable en la mente de muchos. 

Un día, espontáneamente, jóvenes y mayores, hombres y mujeres se reunieron en la plaza mayor. Eran cientos los que gritaban que la corrupción se tenía que acabar, y portaban la efigie de ese primero que dio el paso al frente. ¡Este es nuestro líder! clamaban a una.

El hombre poco importante, el que no ocupara nunca el cargo de relevancia sintió una mezcla de orgullo y gran responsabilidad, sabía que no había marcha atrás, pero también supo que no estaba solo . Como César cruzando el Rubicón exclamó para sí: "alea jacta est" .

La verdad siempre encuentra su camino, para construir un futuro más justo y transparente. Solo se necesita  pensar en el bien común, dar un paso y decir "conmigo no".

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