domingo, 4 de abril de 2021

De sueños y pérdidas

 No suelo tener pesadillas. Me refiero a esos sueño terroríficos que sí acudían a mí hace años, sobre todo en mi época de adolescente. Sin embargo, sufro sueños recurrentes en los que pierdo cosas tales como el coche- no sé en qué lugar lo tengo aparcado-, el bolso con dinero o, como esta noche, unos zapatos que necesitaba para una representación.

Obviamente, y porque es fácil y lo tenemos todos a mano, buscas información en internet y lo que te cuentan es que soñar con pérdidas es, más o menos, que te encuentras en una encrucijada en la que no te hallas del todo, en la que te sientes inquieta, en la que buscas un cambio. Es posible, la situación que nos rodea no podría generar sueños menos complicados.

Hoy hace un espléndido día de primavera, una mañana aún fría, pero que promete una tarde de agradable paseo. Sin embargo, si una tiene la tentación de asomarse a las noticias, a la realidad circundante, el panorama seguirá siendo el mismo: elecciones, pandemia, cifrás, contagios, encuestas... Raro es, entonces, que la inquietud no haya tomado al asalto el descanso nocturno. 

Quienes me conocéis un poco más de cerca, queridos lectores, sabéis que suelo ser mujer a la que el ánimo no le falta, pero últimamente me siento un poco perdida, como ese coche, esos  zapatos o ese bolso de mis sueños.  A pesar de que una parte de mí gusta de la aventura y la improvisación, otra parte- y así es como he podido gestionar familia, trabajo, política, arte, literatura- ha necesitado siempre saber que tengo el control... Hasta hoy.

Estoy cansada, creo que eso, simplemente. Cansada de no ceder al desánimo, a la tentación de reconocer que mi vida nunca será la misma y que he de doblegarme a un entorno a veces hostil, en el que los valores, mis cimientos para crecer como persona y que comparto con muchos de vosotros, son manipulados y retorcidos en intereses espúreos. Sí, estoy cansada de no ceder al miedo, incluso a ese universal de la enfermedad y la muerte, para que no me arrebate ni un solo instante de vida.

Por eso, cuando llega la noche, mi inconsciente se rebela y decide introducirme en esos paisajes extraños en donde me esconde aquello que necesito, en un tránsito onírico que me causa, en ocasiones, angustia. Es posible que sea cierto, pues a veces me siento un poco verso suelto ante las situaciones que se me plantean cada día, fruto de un inconformismo que los años no han logrado apaciguar. 

No obstante, seguiré soñando, dormida y, sobre todo, despierta, para poder sobrellevar este largo camino en el que  pierdo cosas o me pierdo yo.

Sed felices.

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