sábado, 27 de febrero de 2016

Por favor, piense en los demás

Hace muchos años, tantos que yo era una niña, en TVE, la única televisión entonces, se lanzó una campaña que llevaba como eslogan "Piense en los demás".

Esta campaña tenía como fin mostrar en distintas situaciones como nuestra conducta puede molestar y distorsionar la convivencia, para con ello crear hábitos de lo que se denomina "urbanidad".

Los ejemplos eran variopintos: desde la manida cesión de asiento en el autobús o metro a quien por edad, estado de gestación o disminución física lo necesitaba, pasando por no fumar en lugares no idóneos, sujetar las puertas a quien viene detrás, no gritar en público,  o no tirar desperdicios, entre otros.

Viajando hace poco en el metro me vino esta campaña a la cabeza. Dos chicas, casi unas niñas, estaban sentadas con los pies puestos en los asientos situados frente a ellas. Les llamé la atención, haciéndolas ver que si algún pasajero, incluida yo, se sentaba se mancharía la ropa. Es imposible que la suela de unos zapatos no tenga  algo de suciedad que, sin lugar a dudas, queda en el asiento.

Las caras de las dos jóvenes eran un poema. Me miraron como si les estuviera hablando en chino. Pero lo curioso es que esa sorpresa también se pintaba en el rostro de los demás viajeros, como si el haber señalado una mala conducta fuera extraordinario.

Aunque no sé de que me extraño. He tenido que escuchar que no pasaba nada por llevar a los perros sueltos, y que quien le diera miedo, pues que fuera al psiquiatra. O que las paredes se llenen de pintadas nada más limpiarlas. O que se juegue al balón en zonas en dónde no está permitido porque causan molestias a los vecinos. O no se tire la basura en el contenedor.

Creo que en una sociedad en donde se ha hecho tanto hincapié en fomentar la solidaridad queda todavía mucho camino. Y pienso que es por  la falsa concepción de que lo público no es de nadie, de que las normas solo se cumplen cuando te meten un buen arreón al bolsillo y no porque mejoren la convivencia.

Tal vez haya que volver a resucitar esa campaña para que se tome más conciencia de que los demás también somos nosotros.

Sed felices!

domingo, 21 de febrero de 2016

Libertad, divino tesoro

Nada más fácil acude como argumento de acciones y dicciones que el de la libertad. Somos libres de decir, de hacer, de acontecer... Y ¡Ay! de aquel que no lo permita.

Y es cierto, mis queridos lectores. La consecución de la libertad es uno de los anhelos más importantes que tienen, han tenido y tendrán los seres humanos. 
En las sociedades "civilizadas" y democráticas esa libertad la hemos sustanciado a través de lo que llamamos derechos civiles, fundamentales, humanos, recogidos en las Constituciones de cada estado.
Así ocurre en nuestro propio país.

Lo que a veces me chirría es que hay quienes en aras de esa libertad de expresión, de acción emboscan, disfrazan aquello que no es más que un exceso, un tomarse a beneficio de inventario la convivencia.

Nadie discute que en momentos puntuales de la Historia, en los que no hay otra opción que tomar medidas para que esa libertad se haga realidad, el fin justifica los medios, aunque haya que traspasar la delgada línea entre  lo legal y lo justo.

Lo que, en mi opinión, no es de recibo es transgredir esos derechos que se dicen defender y que, en cambio, no se conceden entre conciudadanos, cuando se ha de respetar la convivencia. Aplicar ley del embudo- para mí lo ancho y para ti lo estrecho-, nada tiene que ver con la libertad.

En esta semana he visto, leído e, incluso, sufrido personalmente ejemplos de lo que os cuento. Fundamentados en esa libertad se justifican actos que no son más que muestras de intolerancia o, simplemente, de hacernos comulgar con ruedas de molino.

La libertad no es un traje que se acomode a cada uno de nosotros en particular, ni que se pueda manipular al antojo de nadie.  En aras de la libertad no se puede insultar, faltar a la verdad o negar los derechos que exigimos para nosotros mismos. En nombre de la libertad no se pueden llevar a cabo actos que rompan la convivencia, ni hablar por boca de otros como si nuestra palabra fuera la síntesis del pensamiento universal.

La libertad es un  tesoro que debe se repartido equitativamente, sin avaricia y sin falsedad. Es la única manera de que tenga algún sentido luchar por ella,

Sed felices.

domingo, 14 de febrero de 2016

Para Elisa


La joven, con los labios entreabiertos, parecía beber de de cada palabra, de cada nota musical que brotaban de sus dedos. Labios de carmín rojo que clamaba por ser besada, mordida, como antesala al roce de las lenguas. Ingrid no podía pensar ya con claridad. El deseo anegaba su mente y su cuerpo como una ola gigante, provocando imágenes que solo acrecentaban más y más su ansia.
Elisa y ella, solas en ese inmenso jardín, bajo la luna llena que ya asomaba por encima de los árboles. De fondo el canto de la chicharra también excitada por el calor.
Besos profundos. Manos hambrientas que despojarían de sus vestidos los cuerpos palpitantes . Y, entonces, poder saborear por fin cada rincón, cada resquicio, despacio, como se vierten las gotas de miel sobre una rebanada de pan fresco.
Sentir el pálpito del éxtasis en sus bocas, y quedar exhaustas y jadeantes, tumbadas una al lado de la otra, contemplando el firmamento.
Ingrid no resistía más. Aprovechando que el público estaba extasiado, siguiendo la interpretación, se retiró lo más sigilosamente que pudo, hasta perderse en las sombras de la noche.

(Fragmento del relato Para Elisa, que forma parte de mi obra inédita Nacidos bajo el signo de Eros)



domingo, 7 de febrero de 2016

Tendal de rutina

Hoy es domingo. Hace frío, nada extraño por otra parte, pues estamos en el ecuador del invierno, No obstante, parece que el tiempo climatológico se había aliado con el tiempo político para mostrar unas temperaturas fuera de todo rango habitual.

Os digo sinceramente, mis queridos lectores, que hoy me siento cansada, Hay días que, como en una de mis poesías, me siento como ropa vieja colgada de un tendal de rutina.

Tal vez sea el malestar físico que esta espalda mía, que como si estuviera ya harta de echarse tantas cosas sobre ella, me produce  dolor y que me ha hecho pasar una mala noche; o tal vez sea seguir viendo la poca generosidad de algunos que se empeñan en disfrazarse del perro del hortelano en esta mañana de Carnaval, para seguir hambrientos, disputando cualquier hueso, pero sin dejar comer.

Sea lo que sea, hoy doy poco de sí. El cansancio mental, el cansancio vital ha tomado posesión como diablos incordiosos sin nada mejor que hacer. Pero como soy una bloguera responsable no he querido dejar de acudir a mi cita semanal con vosotros.

Sé que esto será pasajero y que en unos días volveré- o eso espero- a encontrarme otra vez en forma.

Hasta entonces, sed felices.